viernes, 21 de febrero de 2025

Política disfrazada de fiesta

Cuenta Richard Ellmann, en su biografía de Joyce, que un día de 1903, este decidió ir de París a Tours a escuchar a un famoso tenor que iba a actuar en la catedral: «Cuando iba de camino tomó en un quiosco de estación de ferrocarril un libro de Édouard Dujardin, que él sabía que era amigo de George Moore», otro escritor irlandés antaño de solera. La obra se titulaba Les lauriers sont coupés y su lectura sería determinante para la escritura de Ulises, pues presentaba la técnica del monólogo interior, o como lo define el biógrafo estadounidense, «un soliloquio sin ninguna intromisión por parte del autor», un acto de «autocreación por parte del protagonista» que usará la vida de la mente, en una mezcla de lirismo y prosa, para contar lo que le ocurre durante seis horas.

Joyce reconoció esa deuda estilística. Más en concreto, le dijo a Valery Larbaud que el lector quedaba instalado «en el pensamiento del personaje principal, y el desarrollo ininterrumpido de ese pensamiento, al sustituir la forma corriente de narración, nos da lo que el personaje hace o lo que le ocurre». Se daban cita en los textos de Dujardin y Joyce lo simbólico y lo experimental para, de modo paradójico, ser capaces de tomar un sentido de realidad objetiva a ojos de los personajes. Así, muchos de los autores más representativos de la modernidad literaria pondrían en práctica el monólogo interior: André Gide, William Faulkner, Raymond Queneau, Virgi­nia Woolf, Samuel Beckett, Albert Cohen, Nathalie Sarrau­te, Carlos Fuentes…, como una manera ideal de comunicar la intimidad y los movimientos del pensamiento de los personajes.

Nos referimos a este tipo de nuevas búsquedas narrativas, que rompan los moldes tradicionales literarios, a propósito de La caía del imperio, que representa todo un cúmulo de audacias textuales, lo cual puede constituir tanto una prosa ilegible, por así decirlo –pensando en un lector clásico–, como una avalancha de vivacidad novelesca que nos inunda con sus voces polifónicas en un festival de caos narrativo, de introspección asombrosa, pero en todo caso de magnífico atrevimiento y valentía estilística. Firma la novela Javier Gallego, que ha publicado varios poemarios, uno de ellos convertido en el cómic Como si nunca hubieran sido (Reservoir Books), con ilustraciones de su hermano, el pintor Juan Gallego.

Dado este páramo de literatura actual, en el que nadie arriesga nada, merece la pena conocer propuestas tan originales como la de Gallego, que, por cierto, ha sido batería en bandas de rock y jazz con las que ha publicado cinco discos. Un detalle este que no es baladí, pues presenta la frescura y el desprejuicio de un buen rockero a la hora de darnos una historia que nos embriaga de pensamientos y sensaciones a través de un grupo de amigos que suelen coincidir en diversos bares, como Darío o Amalia. Todo ocurre en tres días, o más bien en tres noches, si es que ocurre algo, pues lo que seguramente más importó a Gallego en la escritura de un título tan irónico como La caída del imperio es reflejar a cierta generación de jóvenes: nocturnos, infantiles, indolentes, con vocación de no reconocerse en la sociedad actual y sin visos de que les interese lo que les deparará el futuro.

Por ello, la novela es un aquí y ahora constantes; es hablarse y escucharse; es desearse y enfrentarse al otro: «Leo me mira y sonríe. Yo la miro y enrojezco y aparto la vista y me digo estás tonto y vuelvo a mirarla porque mi cabeza es un radar que no puede dejar de buscarla como un radar no puede dejar de registrar los aviones en la pantalla. Sonríe como una Mona Lisa que se relame con un secreto y yo recuerdo la escena de anoche con el poli y también sonrío y leo dice Tienes hambre, y yo digo Por qué lo dices, y ella dice Porque estás babeando, Darío, y se ríe y me acaricia la barbilla como para limpiarme la saliva». Este largo ejemplo de la página 301 nos sirve como muestra de la forma en que Gallego entra en su laboratorio creativo para experimentar con el monólogo interior y viajar a los días previos al 15-M, en 2011; su objetivo: explicar un momento histórico, social y generacional que fue catártico para una parte de la población, poco después de la Gran Recesión. Una novela política disfrazada de fiesta; una novela histórica disfrazada de generacional, dijo el propio Gallego en la presentación del libro, en Málaga, el pasado mes de marzo.

Publicado en Cuadernos Hispanoamericanos 

(núm. 893 febrero 2025)