lunes, 18 de febrero de 2013

Entrevista capotiana a Ana Rodríguez Fischer


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ana Rodríguez Fischer.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El salón de mi casa de Asturias.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero la gente amaestrada que no sea muy animal.
¿Es usted cruel?
No, pero puedo serlo si la ocasión lo merece.
¿Tiene muchos amigos?
Suficientes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sinceridad, Transparencia, Lucidez, Alegría, Confianza…
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No (al menos, mientras lo son).
¿Es usted una persona sincera?
Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Según las circunstancias. A veces necesito soledad y silencio y entonces procuro alejarme del entorno cotidiano; otras, descanso (cine o televisión); otras bulla (reuniones o cenas con amigos, fiestas); otras, energía (deporte). Casi nunca escucho música.
¿Qué le da más miedo?
Lo que narré en mi última novela: la imposibilidad de ser lo que he proyectado para mí.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La infamia, la mentira, la corrupción, el hambre…, la maldad en cualquiera de sus formas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
El sucedáneo, caso de tener recursos: viajaría (en el mundo físico).
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? 
Fui gimnasta adolescente y nunca abandoné el deporte, que cambia según disponibilidad (física y metafísica).
¿Sabe cocinar? 
Cocino a diario, bastante bien y variado. Si hubiera de evaluarme, me pondría notable con tendencia, a juzgar por el desarrollo físico e intelectual de mis hijos, y por la reincidencia de amigos y comensales.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? 
A Raskolnikov.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? 
Aire.
¿Y la más peligrosa? 
Pueblo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
¿Metafóricamente hablando?
¿Cuáles son sus tendencias políticas? 
Siempre me he movido en los ambientes libertarios.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? 
Médico, pero sabía que no podría hacer abstracción o distanciarme del dolor y sufrimiento ajenos. También es un tema de mi última novela.
¿Cuáles son sus vicios principales?   
La impaciencia; la exigencia de perfección.
¿Y sus virtudes? 
La constancia apasionada.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un torbellino de arena que sabe a sal y algas y un ruido sordo.
T. M.