La aventura y la política son los elementos esenciales del admirable
Graham Greene. Víctima del tedio, de la necesidad de aplacarlo con la ruleta
rusa en su juventud o el whisky día a día, el autor inglés encontró en los
viajes como corresponsal o a la busca de motivos literarios una excusa para
convertir su halo melancólico en arte narrativo. Así lo hizo cuando se embarcó
en un arriesgado viaje a Liberia, visitó Tabasco durante una persecución
religiosa, se adentró en una leprosería en el Congo y en una reserva Kikuyu
durante una insurrección, conoció la Malaya convulsionada o acudió a la guerra
francesa del Vietnam.
Nada lo detuvo y todo fue un desafío para él: de modo que cuando el
general panameño Omar Torrijos le pidió que fuera a su país, sin decirle ni
siquiera para qué, no se lo pensó dos veces. A raíz de las cinco visitas que
hiciera a Panamá desde 1976, nació «Descubriendo al General» (1984). Greene se
vería incapaz de escribir una novela a partir de su experiencia allá, pero sí
completaría este libro, con la motivación de homenajear a su amigo, muerto en
un accidente aéreo en extrañas circunstancias en agosto de 1981.
La edición, magnífica, se complementa con un prólogo de Jon Lee Anderson,
que explica la situación entre Panamá y Estados Unidos en torno al conflicto
del Canal, y con tres textos de Gabriel García Márquez, quien admiró a Greene
como nadie y coincidió con él en un episodio que tal vez sea el más atractivo
del volumen: el momento en que ambos escritores acompañaron a Torrijos, como
parte de una delegación oficial, a Washington, para la firma del Tratado del
Canal, evento al que fueron todos los presidentes latinoamericanos. Aquel
tratado sería insatisfactorio para Torrijos, y antes y después de él seguimos
los pasos de Greene junto a otro amigo del alma, Chuchu, mano derecha de
Torrijos, que le ayudaría a conocer a fondo las zonas más conflictivas de Panamá
y Nicaragua.
Publicado en La Razón, 4-IV-2013