Es Fernando
Pessoa uno de esos escritores que viven una reinterpretación perpetua. Así es y
será: siempre nuevo, siempre deslumbrante, cada vez que se abren los dos baúles
sin fondo en los que dejó miles de hojas manuscritas que aún suscitan
sorpresas. El hecho de ser un autor que apenas publicó en vida, un autor de
manuscritos y no de “libros” al uso, más su heteronimia, su desdoblamiento en
cien seudónimos, incrementa su misterio y hondura. El gran estudioso Jerónimo
Pizarro, en el espléndido “Alias Pessoa”, se pregunta: “¿Existe Pessoa?”, a
raíz justamente de esa heteronimia, de la manipulación textual de los editores
frente a una obra casi imposible de ordenar.
El trabajo de
Pizarro sale a la luz también en Pre-textos junto a «Iberia. Introducción a un imperialismo
futuro», un conjunto de borradores de Pessoa que abordan la “cuestión ibérica”
y que nos acercan a la vertiente política del poeta. El libro habría que comprenderlo
dentro del “proyecto sebastianista de fundación del Quinto Imperio Cultural”,
como advierte en la introducción Antonio Sáez Delgado; es decir, dentro de la
idea pessoana, ya latente en el libro de poesía “Mensagem”, de una resurrección
del patriotismo luso, de la reivindicación de una cultura que tendría que
extender puentes con la nación vecina, además. Y así lo intentaron algunos
escritores portugueses, sobre todo con Unamuno, que los desoyó demasiadas veces
y al que Pessoa critica con contundencia en algunos pasajes.
Lo estimulante del libro es comprobar que las reflexiones de Pessoa
versan sobre asuntos que bien podrían ser actuales, como la relación
problemática entre España y Cataluña, los porqués del establecimiento de una
monarquía o una república en ambos países –los textos están fechados en los
años 1915-1918–, la identidad de Galicia o el concepto de “latinidad”.
“Convenzámonos bien, todos nosotros, españoles y portugueses, de que por encima
de nuestras patrias, que queremos diferentes e independientes, está Iberia, la
formación de una fórmula ibérica de civilización que imponer a Europa”, dice el
poeta del desasosiego más fecundo, soñando con una Península espiritualmente
unitaria.
Publicado en La Razón, 9-V-2013