En 1972, Truman Capote publicó un original
texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló
«Autorretrato» (en Los perros
ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con
astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de David Aliaga.
Soy una
persona bastante inquieta, así que aunque escogiese un lugar que en este
momento me resultase apetecible (me ha venido a la cabeza un piso con una tetera,
montones de libros y vistas al río Liffey), sé que tardaría poco en cansarme de
él, comenzaría a dar pasos de una pared a otra, a mirar el reloj, por la
ventana… Así que me temo que sólo podría elegir uno sin paredes, por el que
pudiese andar en cualquier dirección sin que el camino concluyese.
¿Prefiere los animales a la gente?
Gastronómicamente,
los animales, por supuesto. Siento cierta repulsión por la antropofagia. Sin
embargo, en cuanto al trato, dependería del animal y de la persona. Conozco
gente con la que podría disfrutar de una cena con una sobremesa que se alargase
hasta la mañana siguiente, pero también hay ratas pululando por el metro de
Barcelona que me despiertan más afecto que algunos de los tipos que
protagonizan los telediarios.
¿Es usted cruel?
Si hago
daño, no disfruto con ello. Aunque en ocasiones me he permitido algún perverso
capricho verbal.
¿Tiene muchos amigos?
Según el
señor Facebook, más de un centenar. Permítame que sea escéptico con la cifra y
la reduzca a una decena.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No las
busco, trato de valorar las que tienen. Agradezco la lealtad y que sean capaces
de sostener una conversación que no me aburra.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A veces.
¿Es usted una persona sincera?
Sí. Pero
¿cómo sabe usted que no lo estoy engañando?
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta
leer, escribir sin tener presente que ese texto vaya a publicarse, escuchar la
radio, ver documentales o deporte en la televisión (alguna serie también),
salir a tomar algo con los amigos, ir de concierto...
¿Qué le da más miedo?
Lo
irremediable.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
He
decidido dejar de ver los telediarios, a ver si así recupero esa capacidad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
No me he
planteado no llevar una vida creativa. Desde los 12 o 13 años he andado
escribiendo, tocando en algunos grupos de música… De pequeñito me encantaba
dibujar (aunque lo hacía francamente mal). Pero supongo que eliminando todo
eso, lo más probable es que hubiese dado con mis huesos en una línea de montaje
de la SEAT o en
la facultad de derecho.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Salgo a
correr un par de mañanas a la semana antes de ir a trabajar; juego
ocasionalmente a fútbol sala con algunos amigos y me he impuesto no utilizar el
ascensor para subir a casa.
¿Sabe cocinar?
Sí. Mi
hermana dice que preparo unos huevos revueltos riquísimos y el sofrito para los
macarrones lo preparo según la receta de mi madre. No le digo más.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Propondría
escribir sobre mi abuela Mercedes. Pero como sospecho que al jefe de redacción
no le parecería un personaje suficientemente notorio, mi plan B sería algún
escritor.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Amor.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
¿Si digo
que sí incurriré en tentativa de asesinato? Bueno, lo dejaremos en que he
sentido impulsos de estrangular a alguna persona, pero sé que me hubiese
detenido cuando su rostro se hubiese puesto azul desde la barbilla hasta la
nariz.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me gusta
que la gente viva bien, sin padecimientos, ni estrecheces insoportables (alguna
a la que se pueda sobrevivir siempre es didáctica). Creo en un Estado
fundamentado en el servicio a la sociedad y no en un Estado regido por personas
que consideren que la sociedad debe servirlas a ellas. Apuesto por la sanidad y
la educación públicas. Considero que el Estado no debe definirse en términos
ideológicos y que debe dar cabida a distintas opciones de pensamiento. El
Estado debe de ser posibilitador y no limitador. No voto al PP, ni a UPyD
porque me parece que sostienen programas e idearios delirantes y nocivos, pero
el resto de partidos tampoco acaban de convencerme.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Se me
ocurren un montón de cursiladas con las que responder a esta pregunta y todas
me parecen igual de vergonzantes. Me temo que últimamente estoy leyendo
demasiado a Keats.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Hablar,
escuchar, morderme las uñas… Supongo que el peor de todos es una curiosidad
desmedida. Tengo la peligrosa capacidad de interesarme por casi todo. Y, en
según que circunstancias, soy un poco pedante.
¿Y sus virtudes?
Pregúntele usted a
mi madre y le dirá unas cuantas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Poniéndome
en situación me han venido la primera vez que sostuve a mi hermana en brazos;
aquella ocasión en la que besé a una mujer que me esperaba en el aeropuerto JFK
de Nueva York; mi abuelo llevándome a visitar el museo egipcio de Barcelona; mi
abuelo pidiéndome que le explicase qué narices significaban unas esculturas de
Chillida, y una noche en la que miré frente a frente a una chica, sentí que no
había nada que quisiese hacer más que ponerle una mano sobre la mejilla y
besarla y no lo hice.
T. M.