En 1972, Truman Capote publicó un
original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló
«Autorretrato» (en Los perros
ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con
astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Tomás Rodríguez Reyes.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El Sur.
Como decía M. Zambrano, hay ciudades celestes en la Tierra.
¿Prefiere los animales a la gente?
Preferir
es establecer comparaciones. Nunca comparo al hombre con los animales más que como
seres de la naturaleza.
¿Es usted cruel?
En ningún caso me recreo en lo que sangra.
¿Tiene muchos amigos?
¿Tiene muchos amigos?
Pocos amigos poseo, muy pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La verdad del hombre. La consciencia. La sed de espacio y
el hambre de cielo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Quizás defraudo yo
más que ellos.
¿Es usted una persona sincera?
Trato de
ser humilde pues casi siempre la humildad conduce a la sinceridad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Sin pensar en el
tiempo ni, por supuesto, en que sea libre.
¿Qué le da más miedo?
La
inconsciencia y la pérdida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Con el
tiempo, los hombres me van escandalizando menos. En Literatura los carroñeros y
los siniestros que merodean. Las capillas y grupúsculos tratan de hacer de la
poesía una federación de juegos florales.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
No decidí
nada, no soy nada que haya decidido en esta vida. Contemplar y escuchar música
clásica.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, juego
al fútbol y salgo a correr. Estuve a un paso de fichar por Cádiz C.F.
¿Sabe cocinar?
Algún plato de
marinería y todo lo que aprendí cuando vivían en un piso, en Sevilla, en los
años de Universidad.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Tolstói es
inolvidable, pero también Dante, Leopardi, Juan Ramón Jiménez o Rilke serían
candidatos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Las palabras no se
llenan solas, ni cargan con esperanzas. Son los individuos los que puedan ocupar
con esperanza hasta el término más odioso.
¿Y la más peligrosa?
Depende
del que la pronuncie o la escriba. Cuántas palabras peligrosas han dicho los
hombres buenos, cuántas palabras esperanzadoras han pronunciado los hombres
malévolos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca. Jamás lo he
pensado siquiera.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ninguna. La ética
individual que, inexorablemente, establece el comportamiento adecuado con los
otros.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No tengo
consciencia de lo que fui antes, de lo que soy ahora ni de lo que seré después.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Leer. Amar.
Contemplar, tratar de ser. No en este orden, claro.
¿Y sus virtudes?
Tratar de ser, amar,
leer, contemplar, no en este orden, por supuesto.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Círculos
concéntricos, laberintos, cosmovisiones, ¿no las ves ya?
T. M.