jueves, 28 de noviembre de 2013

Entrevista capotiana a Tomás Rodríguez Reyes

 
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Tomás Rodríguez Reyes.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El Sur. Como decía M. Zambrano, hay ciudades celestes en la Tierra.
¿Prefiere los animales a la gente?
Preferir es establecer comparaciones. Nunca comparo al hombre con los animales más que como seres de la naturaleza. 
¿Es usted cruel?
En ningún caso me recreo en lo que sangra.
¿Tiene muchos amigos?
Pocos amigos poseo, muy pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La verdad del hombre. La consciencia. La sed de espacio y el hambre de cielo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Quizás defraudo yo más que ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
Trato de ser humilde pues casi siempre la humildad conduce a la sinceridad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Sin pensar en el tiempo ni, por supuesto, en que sea libre.
¿Qué le da más miedo?
La inconsciencia y la pérdida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Con el tiempo, los hombres me van escandalizando menos. En Literatura los carroñeros y los siniestros que merodean. Las capillas y grupúsculos tratan de hacer de la poesía una federación de juegos florales.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No decidí nada, no soy nada que haya decidido en esta vida. Contemplar y escuchar música clásica.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, juego al fútbol y salgo a correr. Estuve a un paso de fichar por Cádiz C.F.
¿Sabe cocinar?
Algún plato de marinería y todo lo que aprendí cuando vivían en un piso, en Sevilla, en los años de Universidad.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Tolstói es inolvidable, pero también Dante, Leopardi, Juan Ramón Jiménez o Rilke serían candidatos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Las palabras no se llenan solas, ni cargan con esperanzas. Son los individuos los que puedan ocupar con esperanza hasta el término más odioso. 
¿Y la más peligrosa?
Depende del que la pronuncie o la escriba. Cuántas palabras peligrosas han dicho los hombres buenos, cuántas palabras esperanzadoras han pronunciado los hombres malévolos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca. Jamás lo he pensado siquiera.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ninguna. La ética individual que, inexorablemente, establece el comportamiento adecuado con los otros.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No tengo consciencia de lo que fui antes, de lo que soy ahora ni de lo que seré después.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Leer. Amar. Contemplar, tratar de ser. No en este orden, claro.
¿Y sus virtudes?
Tratar de ser, amar, leer, contemplar, no en este orden, por supuesto.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Círculos concéntricos, laberintos, cosmovisiones, ¿no las ves ya?
T. M.