lunes, 27 de enero de 2014

Entrevista capotiana a Carlos Manzano

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carlos Manzano.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Es una pregunta extremadamente difícil de contestar para mí porque una de las cosas de las que más disfruto en esta vida es de los viajes: la posibilidad de moverme a otros lugares, adentrarme en nuevas culturas, avistar nuevas maneras de entender el mundo, apreciar nuevos olores, nuevos sabores, nuevas atmósferas. Pero partiendo de que la pregunta es hipotética, creo que en ese caso elegiría mi casa: allí es donde tengo lo imprescindible para vivir.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero las buenas personas, aunque no abunden demasiado o pasen desapercibidas. Es imposible englobar a los seres humanos bajo un mismo denominador, hay tantos tipos de gente como individuos pueblan el mundo, aunque también es obvio que en cada uno de nosotros habita cierta parte monstruosa que a veces no es nada fácil excusar.
¿Es usted cruel?
Intento no serlo. Creo que es una de las muchas bajezas en las que puede caer un ser humano. La crueldad, además de detestable, es siempre innecesaria.
¿Tiene muchos amigos?
El término amigo se ha venido a convertir en algo ambiguo, casi relativo (sobre todo a partir del significado que le otorgan las redes sociales). Sea como sea, no sé si tengo muchos amigos, pero sí puedo presumir de tener buenos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Tolerancia, sentido del humor, inteligencia, respeto… Tal vez sea muy exigente.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No me gusta juzgar a nadie con severidad. Todos cometemos errores y bajezas. Está en la esencia del ser humano.
¿Es usted una persona sincera? 
Depende del momento y de la situación. Decir la verdad a todas horas sería horrible, especialmente para los que nos rodean. Trato de no mentir demasiado en cualquier caso, y especialmente de no mentirme a mí mismo (que es lo más estúpido que puede hacer una persona).
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En cosas que me hacen disfrutar. Sé que suena obvio, pero paso muchas horas leyendo, escribiendo, escuchando música, viendo alguna que otra película (cada vez menos), viendo algún que otro programa de televisión (no todo es basura), viajando siempre que tengo ocasión, retocando fotografías en el ordenador… En fin, esas cosillas que hacen que la vida no sea realmente insignificante.
¿Qué le da más miedo?
Miedo quizá no muchas, pero preocuparme, me preocupan bastantes cosas: el dolor, la decadencia, la muerte, el vacío, la nada…
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Más que escandalizarme, me repugna: la hipocresía, el engaño (el autoengaño sobre todo), la manipulación interesada, la estupidez en general.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
En realidad no soy escritor, aunque haya escrito algunos libros. Quiero decir que todos mis ingresos los obtengo de un trabajo que no tiene nada que ver con la literatura. La escritura es una actividad con la que trato de no morirme de asco. Además, empecé a escribir bastante tarde, superados con creces los 35 años. Digamos que he ido probando cosas a lo largo de mi vida, y no sé por qué, con la escritura me siento bastante cómodo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ocasionalmente.
¿Sabe cocinar?
Poco y mal. Pero me gusta comer, y mucho. Soy eso que llaman un estómago agradecido.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Es una pregunta que me resulta muy difícil de contestar, entre otras cosas porque nunca he pensado profundamente en ello. En cualquier caso, tendría que darle muchas vueltas a la historia de la humanidad para escoger solo uno. Y creo que al final sería una tarea imposible.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No se me ocurre ninguna palabra que esté llena de esperanza. De hecho, no sé si las palabras pueden siquiera transmitir esperanza. El lenguaje propone ideas, desarrolla mensajes, objetiva sentimientos, permite compartir sensaciones. Y también enmascara, oculta y pervierte. La verdadera esperanza yo la situaría en los seres humanos, en que cada vez más individuos se preocupen más por saber y conocer y menos por matar el tiempo con entretenimientos vulgares.
¿Y la más peligrosa?
La respuesta anterior también valdría para esta pregunta. Lo más peligroso a mi juicio es que tipos sin talento, poco inteligentes y sin un criterio sólido (o demasiado próximos a ciertos círculos de intereses, que casi es peor) alcancen determinadas cuotas de poder. Aunque más peligroso aún es que un grupo significativo de personas se dejen seducir por ellos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Supongo que la rabia y el odio te pueden llevar en ocasiones a desear la muerte de alguien, creo que esto es una reacción humana natural y difícilmente controlable. Pero el deseo consciente de querer matar no lo he sentido nunca.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
De izquierdas, así en general, aunque no sé si eso significa mucho hoy en día. En cualquier caso, no comulgo con ningún “ismo” concreto.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Más allá de ser humano, no creo que haya otra cosa o ser en que merezca la pena reencarnarse. Si la pregunta se refiere a una profesión, me encantaría ser rentista.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Tengo demasiados. No cabrían todos en este cuestionario.
¿Y sus virtudes?
Soy demasiado pudoroso para reconocerlas en público (en el caso de que tenga alguna, lo está por ver). Eso es algo que siempre deben decir los demás.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que el imperioso deseo de sobrevivir, de agarrarme a lo que sea, de bracear hasta las últimas consecuencias. Cuando uno está a punto de morir, todas las demás cuestiones más allá de la supervivencia se convierten en intrascendentes.

T. M.