En 1972, Truman Capote publicó un
original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló
«Autorretrato» (en Los perros
ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con
astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Ilan Stavans.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El
salón de clase. Es donde me siento feliz, lleno de preguntas, con los pies en
la tierra y también en un viaje imaginario.
¿Prefiere los animales a la
gente?
Los
animales fantásticos, sí. Me gusta el Odradek de Kafka, el Jabberwoki de Lewis
Carroll, el Behemot de la Biblia. De los reales, me gustan las jirafas, los
elefantes, los jaguares y, extrañamente, los camellos, precisamente por su
extrañeza.
¿Es usted cruel?
No, aunque a veces
debería serlo.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, afortunadamente.
El máximo placer en la vida son las conversaciones que sostengo con ellos a lo
largo de los años.
¿Qué cualidades busca en
sus amigos?
Una sola: la
curiosidad.
¿Suelen decepcionarle sus
amigos?
No porque la decepción es parte de la curiosidad.
¿Es usted una persona
sincera?
Sí,
aunque a veces debería no serlo.
¿Cómo prefiere ocupar su
tiempo libre?
Todo el tiempo es
tiempo libre. Lo ocupo yo siendo yo. (A veces me gustaría tomarme unas
vacaciones de mí mismo).
¿Qué le da más miedo?
Ni
la vejez, ni la muerte. Al contrario, las veo con esperanza. Me da miedo la
interrupción de la felicidad: perder a una persona amada, por ejemplo.
¿Qué le escandaliza, si es
que hay algo que le escandalice?
La apatía, el
abandono, la abulia y otros sustantivos que empiezan con “a”.
Si no hubiera decidido ser
escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No
creo que haya decidido ser escritor sino que la escritura decidió que yo no me
dedicara a otra cosa. Para mí pensar es escribir, escribir es leer, leer es
enseñar. ¿Qué otra cosa me habría gustado ser? Músico. Tengo un hermano que lo
es pero yo ni siquiera puedo leer el pentagrama. La música es la más libre de
las artes. También me hubiera gustado ser actor pero solamente para interpretar
un papel: Hamlet, que es un criminal atrapado en su racionalismo.
¿Practica algún tipo de
ejercicio físico?
Corro
todos los días. De hecho, me paso la vida corriendo. Mi vida entera corre ante
mí y yo quiero detenerla y no puedo... Por cierto, soy fanático de dos deportes
diametralmente distintos: el fútbol y el béisbol. El tamaño de sus pelotas lo
dice todo.
¿Sabe cocinar?
Sí y me gusta mucho,
aunque prefiero cuando cocinan los demás.
Si el Reader’s
Digest le
encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a
quién elegiría?
Quizás a Antonio de
Nebrija, que escribió la primera Gramática en lengua española, o al
Shakespeare actor y no al dramaturgo.
¿Cuál es, en cualquier
idioma, la palabra más llena de esperanza?
Quijote.
¿Y la más peligrosa?
Quijote.
¿Alguna vez ha querido
matar a alguien?
No. Pero estoy
seguro que otros han querido matarme...
¿Cuáles son sus tendencias
políticas?
Soy un escéptico
desconfiado.
Si pudiera ser otra cosa,
¿qué le gustaría ser?
Talmudista.
¿Cuáles son sus vicios
principales?
Ofrecer opiniones
contrarias.
¿Y sus virtudes?
Ofrecer opiniones
contrarias.
Imagine que se está
ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Para decirte la
verdad, preferiría otro tipo de muerte: inmediata, inesperada. Pero si tuviera
que ser esa, si al llegarme la muerte hubiera tiempo de recapacitar, de echar
una mirada atrás, me preguntaría si, al fin de cuentas, no terminé por
desperdiciarme a mí mismo.
T. M.