En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Federico Díaz-Granados.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Alguna de
mis librerías favoritas en Bogotá como San Librario o La Madriguera del Conejo
y en el mundo como El péndulo en México D.F., El Ateneo en Buenos Aires o Visor
Libros en Madrid.
¿Prefiere los animales a la gente?
Quiero
mucho a los animales (en especial a los gatos) pero amo más a la gente y creo,
como William Faulkner, “que el hombre sobrevivirá” gracias a su voz y al
poderoso vehículo de sus emociones que son el lenguaje y las palabras.
¿Es usted cruel?
No. Creo en la
dignidad humana (inclusive en la de mis enemigos).
¿Tiene muchos amigos?
Por razones de mi
trabajo y mi oficio conozco mucha gente a la que aprecio y con quienes tengo
algún tipo de relación afectiva pero soy de pocos amigos entrañables, de esos
que pueden escudriñar mis secretos, temores y fragilidades. No pasan de 5 o 6.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, sinceridad,
solidaridad, complicidad y sobre todo buen sentido del humor. Que no se tomen,
ni me tomen tan en serio.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Ya no porque los que
tengo son parte, desde hace mucho tiempo, esencial de mi vida. En el pasado me
equivoqué y dejé entrar a mucha gente que me decepcionó con el paso del tiempo
pero hoy en día soy más celoso con la elección de mis afectos verdaderos y confío
profundamente en mi intuición.
¿Es usted una persona sincera?
Sí. A
veces muy brusco por la misma sinceridad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Estando en casa, con
mi familia, entre los libros, buena música y buenas películas.
¿Qué le da más miedo?
El
despegue de un avión, las alturas y que se meta cualquier especie que vuele en
mi casa.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Creo que muy pocas cosas
me escandalizan de verdad. Quizás me asquea que se roben el dinero de la salud
y la educación y la deslealtad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera
dedicado al oficio que, por fortuna, también ejerzo: la docencia, esa noble
tarea de asomarse a almas humanas.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar a
buen ritmo.
¿Sabe cocinar?
Sí, práctico poco,
pero sé preparar dos o tres cosas que me quedan muy bien, entre ellas las
pastas y carnes.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sin duda a Gabriel
García Márquez, el personaje inolvidable de mi vida y de quien tengo muchas
anécdotas qué contar fruto de nuestros muchos encuentros en diversos lugares
del mundo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Solidaridad.
¿Y la más peligrosa?
Melancolía
(recordemos que hasta Neruda dijo: “Te pareces a la palabra melancolía”).
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. He querido darle
cadena perpetua a muchos pero a ninguno le he deseado la pena de muerte.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Si ser de izquierda
significa estar del lado de la dignidad humana, de las equidades sociales y
económicas, de las soberanías de las naciones y la amistad entre los pueblos
del mundo, del respeto y tolerancia a la diferencia, el reconocimiento de las
minorías.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Lamenté
toda mi vida no haber sido futbolista del Independiente Santa Fe.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Más que vicios son
pecados capitales: la pereza y la gula.
¿Y sus virtudes?
La lealtad, el buen
humor.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Muchas: las casas de
mi infancia, los juguetes, los primeros libros de mi biblioteca, los rostros
entrañables de mis padres, mis abuelos, mis tíos, mis primos, mi hermana, mi
hijo, mis cercanos amigos y los inolvidables amores. Escenas de Star Wars y de Woody Allen, tardes en
Santa Marta, algunas ciudades memorables.
T. M.