En 1972,
Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que
nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo
con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Luce López-Baralt.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El mejor
de los espacios soñados para mí: mi propia patria, Puerto Rico. Después de
peregrinar por el mundo (estudios en Madrid, Santander, New York, Harvard,
Beirut) y de enseñar en múltiples universidades, desde Yale hasta Buenos Aires
y Rabat, sé bien lo que es el exilio. De ahí que rechacé dos cátedras de
literatura renacentista, con "tenure" (permanencia) y el triple de mi
sueldo, en las Universidades de Yale y de Brown en Estados Unidos. La decisión
fue tan jubilosa –regresaba a servir a mi propio país, a mi Universidad y a
vivir con los míos– que soñé que volvía a San Juan y en el avión les decía a
los pasajeros ¿se dan cuenta de que regresamos al Paraíso? Ya han pasado más de
treinta años de aquella antigua decisión, y cada día estoy más feliz de haberla
tomado.
¿Prefiere los animales a la gente?
Los amo a
cada cual en su especial registro de existencia. Me consta que somos mucho más
parecidos a los animales (y viceversa) de lo que se nos deja saber. Cualquiera que haya tenido mascotas lo sabe,
y he tenido gatos, perros, caballos, aves y he vivido en una finca muchos años,
rodeada de más criaturas aun. La antropóloga y experta en monos, Jane Goodall,
ha "descubierto" y documentado algo que los amantes de animales nos
teníamos sabido: que los animales tienen tendencias al bien y al mal que no
dependen de sus necesidades básicas de espacio, alimentación o reproducción.
Algunos monos atacaban viciosamente a otros al margen de esas necesidades de
supervivencia y en cambio otros arriesgaban su vida proveyendo ayuda compasiva
a los lesionados o ancianos de su especie. También he leído sobre un león
"perverso" o necrofílico que solo se acoplaba con las leonas putrefactas
que ya había matado. Si tenía descendencia, también la mataba. La enorme
complejidad de estas conductas, que parecen humanas, me lleva a pensar en algo
muy consolador: el Corán y la teología islámica ponderan sobre la importancia
de los animales, cuyas almas, aseguran, Dios recoge después de la muerte.
Hay ángeles que oran por cada especie,
para que no sea maltratada por los hombres. Algo de esto debió haber aprendido
San Francisco de Asís en la larga temporada que pasó en El Cairo discutiendo
con maestros sufíes temas de alta espiritualidad.
¿Es usted cruel?
No tengo
ese instinto en mi psique, aunque, sin quererlo, todos podemos haber sido
"crueles" en la estimación de otras personas por olvidos
involuntarios y demás conductas no intencionadas para causar daño.
¿Tiene muchos amigos?
Dios me ha
bendecido con muchos, y con algunos muy cercanos a mi corazón.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Compatibilidad
–sin poder hablar lo que se comparte la amistad es superficial–, amor, lealtad,
persistencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No: a
estas alturas de mi vida he asumido que Dios nos da a los amigos por temporadas
precisas, que a veces duran muchos años, a veces toda la vida, y a veces pocos
años. La vida nos va cambiando a todos y optamos por distintos caminos, y a
veces eso baja el diapasón de una amistad que otrora fuera más íntima o más
intensa. Eso es normal. Amo a mis amigos en todas sus etapas y respeto sus
caminos. ¡Pero qué maravilla cuando son nuestros toda la vida!
¿Es usted una persona sincera?
Realmente
sí, aunque advierto que la "sinceridad" extrema no debe ser una
obsesión. Recuerdo aquel dicho: "a veces un exceso de verdad es peor que
una mentira". Para vivir en sociedad con camaradería y compasión no
podemos ejercer una "sinceridad" absoluta sin tener en cuenta nuestro
entorno social.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leo libros
y textos que no tiene tanto que ver con mis estudios especializados, viajo, veo
cine, tengo mascotas y llevo a cabo un ritual mágico todas las noches: encender
una vela y tomarme un jerez junto a mi marido, compartir la vida y dar gracias
por ella. Es un acto cuasi sacramental, y tan feliz...
¿Qué le da más miedo?
El
abandono, la separación y la soledad sin remedio.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Me siento
de vuelta de todo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Ser
pintora. Es una vocación muy fuerte que no he tenido el espacio suficiente para
atender.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar y
bailar.
¿Sabe cocinar?
Sí, y me
encanta. Aprendí junto a mi marido cuando ambos éramos estudiantes de doctorado
en Harvard, y, para tranquilizar los nervios de cara al examen doctoral,
aprendimos a cocinar. Nos fue muy bien, pues hicimos desde platos puertorriqueños
complicados como el piñón hasta pato a la naranja (receta de Julia Child). ¡Y también
pasamos el examen de grado!
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Jesús o al
Buda, si tuviera conocimiento suficiente para hacerlo, o a San Juan de la Cruz,
de quien estoy más cerca por mis
estudios de toda una vida sobre su obra.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
AMOR:
love, amour, amore, hubb... en todos los idiomas.
¿Y la más peligrosa?
Odio o
desamor.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Jamás.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Liberales,
dentro de una sensatez que se aviene mal con todo tipo de fanatismo o
ingenuidades políticas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Pintora.
¿Cuáles son sus vicios principales?
¿Trabajar
demasiado?
¿Y sus virtudes?
Amar
incondicionalmente y ¡trabajar demasiado!
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me
aferraría a mi experiencia de Dios, que me animé a describir en mi poemario
"Luz sobre luz" (Trotta, Madrid, 2014). Dios no tiene imagen, y
trataría de aferrarme a su Luz pura y a Su amor infinito.
T. M.