El autor cáustico por excelencia de las letras
europeas, Michel Houllebecq, aquel que se regocija de su pesimismo y presume,
como en su anterior novela, “El mapa y el territorio” –donde él mismo era un
personaje más–, de que «los medios de comunicación franceses me detestan», recordaba en otro libro, “Intervenciones”, su famosa afirmación que dio la
vuelta al mundo tiempo atrás: «El Islam es la religión más estúpida». Para añadir al
instante otra de sus declaraciones políticamente incorrectas: «El respeto se ha
vuelto obligatorio, incluso para las culturas más inmorales e idiotas».
Provocador y con gusto por la polémica, Houllebecq sólo está armado de unos
dedos que empuñan un bolígrafo o teclean un ordenador a la hora de concebir
osadas ficciones; otros, en cambio, disparan y su punto de mira queda
salvajemente ensangrentado: en una casualidad increíble, su novela “Insumisión”
salía a la venta el día (7 de enero) en que fueron asesinados diversos
componentes de la redacción del tebeo satírico “Charlie Hebdo” por parte de
terroristas yihadistas. Increíble porque el autor francés presentaba un texto
basado en la islamización del país galo y en una sociedad abocada al conflicto
en el futuro año 2022.
La prensa vecina ya se había ido haciendo eco de la
obra desde el pasado mes de diciembre dado su controvertido argumento, y ya la
tenemos aquí: un ejercicio de política-ficción, en clave anticipatoria, en el
que se expone la forma en que, tras las elecciones presidenciales y el fin del
mandato de François Hollande, el llamado partido Fraternidad Musulmana desbanca
a Marine Le Pen del poder que está a punto de conseguir y se hace con los
mandos de la nación. Todo a partir del punto de vista narrativo del
protagonista, François, un profesor universitario de mediana edad experto en
Joris-Karl Huysmans, objeto de sus lecturas en su periodo de doctorado; un
escritor con el que, sin duda, Houllebecq se siente muy identificado porque, en
su momento despertó escándalo con su obra “Al revés” (en 1884), subversiva,
exaltada y excéntrica. Las referencias a los escritos de Huysmans, sobre todo a
“En camino”, con reflexión católica como trasfondo, y a la decadentista “En
familia”, son uno de los “leitmotiv” de “Sumisión”, junto con el otro elemento
frecuente en el autor de “Plataforma”: el sexo, o íntimo o con prostitutas, en
escenas de tono pornográfico siempre.
Así aparecen las mujeres en la novela, sumisas en la
cama, pero también de esta manera calificará el narrador a las musulmanas,
abnegadas, entregadas a sus maridos en una Francia que François primero teme y
luego intenta comprender mediante observaciones propias en París o
conversaciones con distintos personajes que le van abriendo los ojos ante el
juego soterrado político que se irá desarrollando. El candidato Mohammed Ben Abbes llega al Palacio del Elíseo con el ánimo de islamizar
todas sus instituciones públicas, como la universidad de la Sorbona, y los
medios de comunicación. El bipartidismo hegemónico que ha estructurado la
política francesa desde la Quinta República queda abolido, y Fraternidad
Musulmana, liderada por ese hombre que, se dice, es más retorcido que
Miterrand, se centra en los niños y las mujeres para cambiar la sociedad:
primero, porque quien controla a los más pequeños controla el porvenir, y por
ello se garantiza la educación islámica a todos los niños franceses; segundo,
porque la mujer, ya con burka por todas las calles de forma natural y
corriente, ha de abandonar los estudios y el trabajo y regresar en exclusiva a
su tarea doméstica para dejar al hombre toda la iniciativa y el poder de
decisión.
Hollande y Le Pen –que sale aquí deseándose parecerse a Angela Merkel en
sus preferencias al vestir– comparten páginas con Manuel Valls o Sarkozy –por
cierto, Patrick Besson acaba de parodiar al ex presidente en «La Mémoire de
Clara», donde ha convertido a Carla Bruni en una anciana en ruinas y con
alzhéimer– y, en medio de esa fase de transición en que todo indica al parecer
que Francia mejora en porcentajes de paro y de delincuencia y en el interés de
las monarquías del Golfo Pérsico a la hora de invertir en París, François,
despedido de la universidad por no ser musulmán, se trasladará al sudoeste del
país. Lo cual coincide con la acción de judíos próximos, como la familia de su
amante, que huye al extranjero por temor al trato que puedan recibir de la
nueva Administración (incluso Greenpeace se ve condenada a desaparecer). No en
vano, al comienzo de la novela se presenta una Europa al borde de la guerra
civil, de un clima de desconfianza y peligro inminentes y en el que existe una
especie de policía política que vigila los movimientos de ciertos extremistas.
Política-ficción o futuro plausible,
“Sumisión” es una de las narraciones más interesantes que ha firmado
Houllebecq; éste pisa el suelo en el que se siente más cómodo: el de la crítica
desaforada a la sociedad en general y a nuestros hábitos occidentales,
insinuando que el sometimiento
que proyecta la novela nos concierne a todos, en realidad. François, en un momento dado, se sorprende de cómo la historia
política pueda afectar su propia vida tan directamente, en un ambiente de
distanciamiento desmesurado entre la población y los políticos y en que se
respira un aire de caos y violencia de consecuencias imprevisibles. En aquellos
días de la aparición del relato en Francia, Houellebecq dijo que es posible parar la inmigración pero no la
islamización, en un contexto en el que el laicismo social generalizado en
Europa ha sido apartado a un lado ante la potencia de la religión musulmana,
tan extendida mediante flujos migratorios desbordantes. Mañana, o el año 2022,
o el siglo que viene, darán o quitarán la razón a esas palabras.
Publicado en La Razón, 23-IV-2015