En el año 2001 Arantxu
Zabalbeascoa y Javier Rodríguez Marcos publicaron “Minimalismos”, libro en el
que estudiaban la popularización de este término en diferentes artes y que dio
origen a una exposición en el Museo Reina Sofía. Era la segunda colaboración
entre estos dos periodistas –además: ella historiadora de la arquitectura; él,
poeta y crítico literario– después del estupendo “Vidas construidas. Biografías
de arquitectos” (1998), que ahora vive una segunda edición revisada. En él, los
autores muestran los aspectos más relevantes de veinte arquitectos de muy
diferentes épocas, a lo largo de retratos amenos y muy curiosos, pues tras las
vidas de estos constructores se esconden extravagancias privadas o relaciones
tormentosas.
El listado es jugoso y en él
tienen una importancia absoluta los italianos: Brunelleschi, Miguel Ángel,
Palladio, Bernini, Borromini y Piranesi, que abarcarían los siglos XIV-XVIII,
hasta Giuseppe Terragni con el que se cierra el volumen y que “murió rodando
escaleras abajo”. Están los que se cambiaron de nombre –como Le Corbusier–, los
que hoy son atracción turística –Gaudí–, los que dejaron su impronta en España
–Mies van der Rohe–, algunos no muy conocidos para el gran público –otro
italiano, Sant’Elia, el finlandés Aalto, el holandés Van Doesburg–… Pero entre
todos ellos, se lleva la palma sin duda Frank Lloyd Wright, que “escribió dos
autobiografías y cada una diferente a la anterior”, se casó cuatro veces, tuvo
una legión de hijos y un ego, en verdad, de proporciones catedralicias.
Publicado en La Razón, 23-IV-2015