miércoles, 7 de septiembre de 2016

Entrevista capotiana a Mercedes López-Baralt

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mercedes López-Baralt.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder jamás salir de él, ¿cuál elegiría?
Mi apartamiento luminoso en el piso más alto del condominio El Monte Norte de Hato Rey, en San Juan de Puerto Rico. Rodeado por un bosque, con tandas corridas de un cielo espectacular, me permite ver, desde un sillón en el medio de mi sala, montañas de un lado y el mar del otro. Lo que quiere decir que no me iría nunca de mi país.
¿Prefiere los animales a la gente?
En el caso de las personas malísimas, claro que sí. Dice Lévi-Strauss que el hombre alcanza la libertad suprema cuando aspira el perfume de un lirio, cuando contempla los fulgores tornasolados de una piedra, y cuando intercambia una mirada de perdón con un gato.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
Los necesarios nunca han sido muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, cariño y alegría.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Los verdaderos, nunca.
¿Es usted una persona sincera?
Sí, y mucho. Pero la última frontera es herir. Alguien dijo, y con razón: es mejor una mentira que un exceso de verdades.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En el cine y la jardinería, pero también trabajando, que es mi gran placer. Tengo el enorme privilegio de vivir mi vocación literaria y hacer lo que amo: investigar, escribir, enseñar. Y de vez en cuando escribir algún verso.
¿Qué le da más miedo?
La violencia, en activo o pasivo. También, perder la autosuficiencia. Y estar en un avión en manos de la furia de Eolo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Aunque ya apenas estreno asombro, la maldad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué  habría hecho?
No puedo imaginarme otra vocación.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar. Y de vez en cuando, bailar una sevillana o una salsa de nuestro sonero mayor, Maelo. Lo que más me gusta es la jota aragonesa, pero ya no está el horno para bollos, es decir, para brincos.
¿Sabe cocinar?
Sí, y sabroso: criollo, gourmet y algo de cocina peruana, como patitas de cerdo al maní picante. Aunque lo mejor es el espaghetti al pesto con albahaca de mi jardín, o la salsa boloñesa de mi abuela, que dejaría a Italia con la boca abierta.
Si el Reader's Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre un personaje inolvidable, a quien eligiría?
A alguno de esos seres anónimos que ejercen la solidaridad y encaran la vida con valentía, trabajo y honestidad. También escribiría sobre el poeta español Miguel Hernández, que supo vivir, en menos de 32 años, una vida rica y completa, aunque trágica. Como dice uno de sus exégetas, tras la guerra civil "lo fallecieron", dejándolo morir en una cárcel. Pese a todo, produjo una obra tan amplia y diversa que parece fruto de una persona longeva. No solo intuyó su muerte temprana, sino que tuvo claro su norte. Ya cerca del final, le escribió a un amigo: "Lo importante... es darle una solución hermosa a la vida". Y esa solución no fue otra que la poesía, con la que le cantó al triunfo del espíritu sobre la contingencia histórica.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Quisiera contestar esta pregunta con tres palabras: amor, verde, azul. Por la frase de San Juan de la Cruz: "A la tarde te examinarán en el amor". Por el verde que te quiero verde lorquiano, que celebra el color de la vida. Y porque el azul es el color del cielo y del mar, dos metáforas para el infinito. Según Alfredo Zitarrosa, "el cielo azul nos dice que hoy es siempre todavía". Juan Ramón Jiménez afirma que Dios es azul. Para Darío es el color de la poesía. Dirk Bogarde concurre con él en los versos de un poema de adolescencia: "I saw you first beneath the azure sky, / the simplest form of Beauty". Y no olvido el día en que otro preso de la España franquista me escribió estos eneasílabos: "¿Cuándo será para nosotros el cielo azul de paz y olvido?".
¿Y la más peligrosa?
Muchas veces, la palabra nunca. Pero a esta le gana la peor: odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alquien?
Hace años leí esta frase: El mundo se divide en dos: los que matan y los que quieren matar a los que matan. Aunque la segunda opción tienta, no convence.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Igualdad, trabajo y paz para todos. Y soberanía para mi país. Nombrado por Luis Rafael Sánchez como "colonia sucesiva de dos imperios".
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No cambio mi profesión por nada. Pero sí me gusta, a ratos, ser cantante, bailarina, jardinera. Cosas que puedo hacer discretamente en casa.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Una puntualidad ofensiva. Y estructurarlo todo, hasta el placer.
¿Y sus virtudes?
La vocación de dicha.
Imagine que se esté ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La primera, sin duda, sería respirar. También la segunda, la tercera... y la última.

T. M.