En 1972,
Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que
nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama,
1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas
preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres,
ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana»,
con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Isabel San Sebastián.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa de
Asturias.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de
qué animal y qué gente. Prefiero a mi perro, Patán, a mucha de la gente que
conozco.
¿Es usted cruel?
No. Salvo
alguna vez en la ficción.
¿Tiene muchos amigos?
No. Tengo
muchos conocidos. Amigos dignos de ese nombre, muy pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Muchos me
han decepcionado, sí. Por eso tengo tan pocos.
¿Es usted una persona sincera?
Hasta el
punto de buscarme muchos problemas, sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Paseando,
leyendo literatura (no información), viendo una película... Lujos raros.
¿Qué le da más miedo?
Que mis
hijos sufran.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
La traición
a la palabra dada desvergonzada, a conciencia. Y sí, me escandalizo a menudo y espero
no dejar de hacerlo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Dedicarme a
la ebanistería. Me encanta trabajar la madera.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Paseo lo que
puedo cuando puedo.
¿Sabe cocinar?
Cocino poco,
pero me defiendo bastante bien cuando alguien querido me pide un plato
especial.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Ángel Sanz
Briz, Don Pelayo, Pedro II de Aragón... Sería muy difícil escoger entre los
héroes de mis novelas. Todos son inolvidables y merecen un artículo en el Reader's Digest.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Libertad.
¿Y la más peligrosa?
Liberación.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Durante más
de unos minutos, no.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En este momento,
el agnosticismo rayano en el ateísmo. Creo en la libertad individual y el
estado de derecho. Pongo en duda todas las marcas políticas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me gusta ser
lo que soy.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Trabajar
demasiado y el chocolate (para lo que nos hemos quedado...).
¿Y sus virtudes?
Constancia y
lealtad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Espero no
tener que descubrirlo nunca.
T. M.