viernes, 27 de octubre de 2017

Entrevista capotiana a Marta Rebón

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Marta Rebón.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Soy un poco claustrofóbica, así que, puestos a elegir un solo lugar, me quedaría con la ciudad entera de San Petersburgo.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, pero, como decía Montaigne (creo recordar), en cuanto a la fidelidad no hay animal más traicionero que el hombre.
¿Es usted cruel?
Creo que no, pero si alguien me ataca gratuitamente o me falta al respeto varias veces aplico el cauterio y corto por lo sano.
¿Tiene muchos amigos?
Amigos propiamente dichos tengo pocos. Conocidos con afinidades y con los que mantengo una relación cordial, bastantes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Empatía, honradez, complicidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, pues no espero nada de ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, demasiado, todo el mundo me dice que mi cara es un libro abierto.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Hace bastante ya que apenas tengo tiempo libre, aunque me gustaría bajar el ritmo. En mi caso, ocio y trabajo se entremezclan y llevo una vida bastante nómada.
¿Qué le da más miedo?
El propio miedo, pues el miedo lo ve todo con lentes de aumento.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Escandalizarse por hechos que se han convertido en moneda corriente, como la situación política que danza al compás de la corrupción, bordea el ridículo, pero la verdad es que me siguen escandalizando bastantes cosas: la violencia, la desigualdad, el lujo desmesurado (sobre todo, si es a costa ajena), etc.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No estaría mal ser bibliotecaria en la British Library o trabajar a tiempo completo en alguna oenegé.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Tengo una bicicleta elíptica en la terraza y, como vivo cerca del mar, doy paseos por la orilla, sobre todo al atardecer.
¿Sabe cocinar?
Sí, la Thermomix y la olla de cocción lenta facilitan la tarea. El pan, la mermelada, la crema de chocolate o el queso fresco que tomo son caseros: es una de las ventajas de tener la oficina en casa.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Jane Bowles.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Vida.
¿Y la más peligrosa?
“Nosotros” y “Dios”.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Matar no, pero a algunos sujetos les quitaría el acceso a redes sociales.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me siento cosmopolita y escorada a la izquierda. Ante todo, valoro el respeto a las ideas de otros, aunque no coincidan las mías.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Pues yo misma, pero con diez años menos y sabiendo lo mismo que ahora.
¿Cuáles son sus vicios principales?
A veces barrunto ideas más de la cuenta y eso que las mejores cosas que me han pasado en la vida las he decidido en cuestión de segundos. También el perfeccionismo, cuando es estéril y contraproducente: por suerte, esto último lo estoy dejando.
¿Y sus virtudes?
La tenacidad, la determinación y la empatía.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que en un momento así te asalta un batiburrillo de imágenes y pensamientos vertiginosos y difíciles de controlar, pero me gustaría revivir el primer abrazo en el que me fundí con el que hoy es mi pareja.
T. M.