viernes, 6 de marzo de 2020

Entrevista capotiana a Alejandro López Pomares


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alejandro López Pomares.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Viajaría al interior de mí mismo para descubrir quién maneja esta máquina tan extraña.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me interesa todo. De los animales aprendo a entender el comportamiento de los humanos. Y viceversa.
¿Es usted cruel?
Es extraño. En la ficción me resulta forzoso intentar serlo, en la vida real repulsivo, pero en las redes sociales... ¿qué tienen las redes que al final nos hacen normalizar algo así?
¿Tiene muchos amigos?
Claro que no, ¿buenos? pocos. Pero siempre ahí, da igual el tiempo que pase.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Poder hablar a solas con ellos de muchas cosas, pasar de una a otra y después de una hora no recordar por dónde empezamos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. No me decepcionan las personas, siempre me supone un reto entenderlas y, por tanto, no deja de fascinarme que hagan cosas que nunca esperaría de ellas.
¿Es usted una persona sincera? 
A veces ni conmigo. Como todo el mundo. Pero pocas veces. La mentira es un arma de supervivencia, es cierto, pero la verdad te deja mirar adelante con la conciencia tranquila. Y eso vale mucho.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leo menos de lo que me gustaría, siempre. Y me pesa. Más allá de eso para mí todos los instantes cuentan y no distingo entre libres o no. Me detengo poco y me abruma el vacío. Mi mujer y mis hijos, la escritura, mis clases y la preocupación por cada alumno, mis proyectos inalcanzables, caminar, el llamar a este y al otro para hablar de alguna idea nueva, etc., todo en un flujo continuo.
¿Qué le da más miedo?
Dejar de escuchar respirar a alguien. También, irte y que nadie recuerde que estuviste aquí.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que la gente se ofenda mucho, no haga nada y se le escape la fuerza por la boca.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Lo que hago, ser profesor. Pienso que es la combinación perfecta, aunque siempre ando pensando que ninguna de las dos ocupaciones me deja el tiempo que necesito para la otra.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, dos veces a la semana. Normalmente muy de noche y mal. Pero algo es algo.
¿Sabe cocinar?
No, eso sí que no. Aunque como pinche, si me vas diciendo todo lo que tengo que ir haciendo soy muy bueno.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Quizás, el personaje que más me ha marcado, que más me ha dado que pensar sobre la realidad de nuestro tiempo (igual por oposición) es Nadja. De André Bretón. Me inquieta pensar en alguien tan puro y tan efímero, al mismo tiempo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
El ideograma 'Este' (東)  que, según aprendió Ezra Pound de las investigaciones de Ernest Fenollosa, es una superposición de los caracteres 'árbol' (木) y 'sol' (日), es decir, una imagen del sol enredada en las ramas de un árbol, sugiriendo un amanecer. Indiscutible.
¿Y la más peligrosa?
Cualquiera que repitamos tantas veces que le hagamos perder el sentido.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. ¿O sí?, no.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Dudar de toda tendencia política.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
¿Otra cosa? Algo antiguo encerrado entre las páginas de un libro. Algo que después de mucho tiempo, al abrir alguien sus páginas causara una grandísima sorpresa y le hiciera llorar.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Enredarme con ocupaciones de forma masiva y no poner nunca el contador a cero.
¿Y sus virtudes?
Enredarme con ocupaciones de forma masiva y no poner nunca el contador a cero. ¿No?
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
El silencio, mientras... me veo de pequeño solo en mi casa, un poco perdido, de golpe con amigos, con dos o tres, hablando en un columpio, mis padres llegar, un pupitre al fondo de una clase en el que conocí de joven a una chica, descubriendo lugares nuevos, la vida solo, con amigos, mi primo, mi abuela, mi hermana, mi abuelo en una foto conmigo de cuando era tan pequeño que no recuerdo, una ráfaga que pasa muy rápido, yo, escribiendo el relato acerca del pupitre al fondo de la clase en el que conocí a una chica para regalárselo a mi mujer, mi mujer, una ecografía latiendo, mi niña y su abrazo corriendo por el pasillo, mi niño y su sonrisa, y su sonrisa, y su sonrisa, un columpio, yo, dando clase a mis alumnos sentado en el pupitre al fondo de la clase en el que conocí a mi mujer. E imagino que lo que comiera ese día, yo qué sé.
T. M.