lunes, 23 de marzo de 2020

Entrevista capotiana a Claudia Monrós


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Claudia Monrós.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Me quedaría, seguramente, en mi piso en Malasaña. Aunque acabaría detestándolo por no poder salir.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a los animales antes que a algunas personas y estoy segura de que los animales se prefieren a ellos mil veces antes que a nosotros.
¿Es usted cruel?
Con los años, pienso, acabamos dándonos cuenta de que somos un poco de todo. Me  disculpo desde ya por generalizar, suelo utilizar el plural para hablar con más libertad. Aunque en realidad hablo de mí cuando afirmo que con el paso del tiempo comprendí que, sí que podía considerarme una persona cruel –si nos ponemos en ese plan- por la barbaridad de cosas que he llegado a pensar en mi cabeza, la mayor parte de ellas sobre mi persona en particular.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo una cantidad corriente de amigos. Pero considero tener amigos de todo tipo. Tengo amigas como mi hermana Patricia, amigos de toda la vida, de Barcelona y del colegio, y tengo también unos amigos y compañeros de piso en Madrid que son una maravilla. Seguro que alguna vez me habré sentido sola. Pero no lo he estado.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que me enseñen cosas. Y que no sean, o tiendan a ser, personas lineales. Que me inciten a querer estar a su altura. Y que me hagan gracia. Me gustan las personas graciosas porque aprendes mucho de ellas, y te lo pasas bien. El sentido del humor y la ironía son cualidades muy importantes.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Me habrán decepcionado las mismas veces que yo a ellos, probablemente. Todos metemos la pata. Pero no, mis amigos no suelen decepcionarme.
¿Es usted una persona sincera? 
De la misma forma en que no opinar, en según qué cuestiones, es en realidad dar tu opinión de alguna manera; aprendí que no era honesto por mi parte el sincerarme nada más que en mi mente en algunas situaciones. Desde entonces tiendo a decir siempre mi verdad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con las cosas que me hacen sentir que no soy una persona de mierda. Me gusta ser consciente de que invierto el tiempo en cosas que me hacen enriquecer, de cualquier cosa. Por eso comencé a amar escribir con el paso de los años, cuando ya no lo hacía por pura necesidad sino por ocio, por el placer de compartir. Me gusta también perder el tiempo. Hacerme consciente de que no es mío. Haciendo cosas, por ejemplo, como pasar tiempo con las personas que me hacen crecer, o escuchar música, o leer.
¿Qué le da más miedo?
El no tener nada que decir y nada por hacer. El momento, supongo, de incapacidad total o parcial de intervención por mi parte. Asocio ese momento  a cualquier situación en la que me pueda encontrar limitada por algo. Siendo ese algo la mala salud, por ejemplo, o la de algún ser querido. O el hacerme mayor, el sentirme mayor –perdón-. El sentir que esto ya se acaba, a pesar de que amo ser consciente de que, por narices, algún día va a terminarse.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandalizan las guerras, el victimismo gratuito, y permanecer mucho tiempo en el mismo sitio.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Pues, la verdad es aún no tengo claro nada. Actualmente estoy estudiando psicología y no sé qué va a ser de mí después, ni adónde voy a llevarme. Supongo que iré viendo. Pero en otra vida, por ejemplo, si fuera una persona con algo de ritmo, lo más mínimo, probablemente cantaría. O si tuviera dotes artísticos a nivel de dibujo, por ejemplo, dibujaría y pintaría. Seguro que trataría de dedicarme a transmitir, al fin y al cabo, por que creo que el arte puede decirnos muchas cosas, y se puede apreciar y entender de formas tan distintas que es prácticamente un idioma universal. Y eso es muy útil.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No.
¿Sabe cocinar?
Tampoco.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Buf, no lo sé. Me encantaría hacer un mix de personas que me han enseñado grandes cosas. Frida Khalo, por ejemplo, me enseñó que un dolor en el alma puede ser peor que el del accidente más trágico del mundo. A veces, un amor duele más. Me gustó Frida porque hablaba del dolor con sinceridad. Pero es que me gusta, aunque me caiga mal, también Nietzsche, ya que de él aprendí, a través del bien y el mal, a diferenciar la obra del artista, a saber hasta qué punto, uno puede permitirse el lujo de ser un escéptico, y creer únicamente en aquello que ve (o lee). Skinner y Pavlov también son importantes. Podrían, en una formula –de hecho, pueden– predecir nuestro comportamiento. Eso me enseña también que ni siquiera lo que decimos forma parte realmente de un guión escrito por nosotros mismos. No sé si inolvidables, pero me parecen personas curiosas, de momento.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No sabría decir únicamente una. Han sido varias las veces en que, de la forma más gratuita posible, la palabra más tonta ha llegado a hacerme sentir una persona esperanzada de nuevo. Pero nunca ha sido la misma, dado que el momento tampoco lo ha vuelto a ser el mismo.
¿Y la más peligrosa?
Creo que es muy peligroso el verbo querer, porque confunde. Siento que, lógicamente yo incluida, lo utilizamos de forma tan cotidiana que acabamos por olvidar u obviar si realmente lo queremos, querer lo que es querer de “quiero irme a casa” o si lo amamos, necesitamos, ansiamos o deseamos… y creo que aunque mínima, la diferencia entre todos esos términos es significativamente importante. A veces puede retratarnos, el querer algo, de seres egoístas. Sin embargo otras, nos sirve para transmitir o conocer la intención de una persona, la voluntad de la misma.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy de izquierdas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Con mucha probabilidad, elegiría ser un sitio. Pienso, que cualquier sitio debe tener tantas cosas que decir y por hacer… debe haber visto y vivido, aunque de forma pasiva, absolutamente de todo. Encuentro que ser un lugar, como un mirador o el banco mejor situado de un parque, debe significar habitar algo, al menos, curioso. La de conversaciones que deben haberse tenido ahí, efímeras, y acabadas en un “venga, vamos, que hace frio”. Qué de cosas nuevas sabríamos si a alguien se le ocurriera grabar esas charlas.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Suelo retroalimentarme con aquello que me genera incomprensión o impotencia y tiendo a darle vueltas constantemente. Quiero (casi siempre) encontrar el motivo por el que me genera esa impotencia y analizar el por qué. También fumo y me gusta la cerveza.
¿Y sus virtudes?
He llegado a no soportarme debido a mi impulsividad, puesto que me ha llevado a situaciones que, ahora, haciendo un poco de introspección, pues mira, me podría haber ahorrado. Pero la verdad es que sin esa impulsividad, probablemente tampoco me encontraría a día de hoy contestando a esta pregunta. Al final, creo que lo mejor que me doy, son impulsos. Motivos por los que moverme.  Y bueno, así, echándome flores, me gusta ser curiosa, pensar que no sé muy bien nada. Me hace sentir en un constante proceso de aprendizaje.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
De eso, en cambio, sí que no tengo ni idea.
T. M.