En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ricardo Díez Pellejero.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La Amazonia; ya que me condenaría a morir encerrado
en su sitio, al menos que esa última experiencia me dé otra vida más abierta.
¿Prefiere los animales a la gente? Convivo
con Poppy, una perra que rescatamos de la perrera, y con Maximilian, un gato
callejero que nos trajimos de Morés, un pueblo de la comarca de Calatayud. No
obstante, y reconocidas las virtudes y bondades que demuestran a diario, el
contacto humano es superior, pues te obliga a concordar, a adaptarte a ideas
nuevas, te fuerza a comprender otras realidades… ampliando tu mundo
intelectual, que es el mundo por el que más me interesa viajar. Además, algunas
personas también desbordan virtudes y bondades e incluso son capaces de
demostrar cariño y fidelidad verdaderos, concordando con su yo animal.
¿Es usted cruel? No. No encuentro interés en la crueldad. No me aporta nada explorar límites en los que sólo despuntan destellos de destrucción, de falta de empatía, de inhumanidad. Puedo ser firme, determinado, aparentemente insensible a los deseos y esperanzas de otros a la hora de sostener una postura, una decisión… Entiendo que, de una forma infantil, pueda entenderse como “crueldad”, pero cuando el rumbo está claro, soportar las olas y el temporal es parte del viaje y no es ni crueldad ni masoquismo, sino pura marinería.
¿Tiene muchos amigos? Conozco
a muchísima gente y albergo sentimientos de cariño o afinidad o familiaridad
o camaradería con muchas personas. A todas
ellas las considero mis amigos, de una u otra manera, a un u otro nivel. No
obstante, como cualquier otra persona, a la hora de necesitar reír y celebrar
intensamente, desarrollarme a través del intercambio de ideas, de precisar ayuda
o consejo o de requerir de conversación íntima (e incluso un abrazo), la
amplitud de ese número se ve reducida y/o perfilada. Aun con todo, me siento afortunado
por poder contar siempre con algún amigo y porque siempre hay personas que consideran
mi amistad pertinente, útil, valiosa… para cubrir necesidades de estas índoles.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sean de verdad,
que sean ellos mismos, aunque no me guste lo que tienen que decir o mostrar,
aunque dude de lo que dicen o hagan. Que se muestren con cercanía y con
nobleza. Para eso está la amistad: para darse y conocerse, aprender del otro y
crecer juntos hacia un lugar de respeto, convivencia, complicidad y cariño. Los amigos son nuestros iguales,
pero no deben ser facsímiles de uno mismo ni mucho menos de sus ideas.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Uno debe considerar
sus motivaciones, sus circunstancias y su libertad de acción y pensamiento.
¿Es usted una persona sincera? Sí, ni sé
mentir bien ni me interesa mejorar esa habilidad. Reconozco que hago uso de las
típicas mentiras banales; esas que son útiles para esconder una sorpresa, que
niegan lo obvio y por tanto no son mentiras puesto que son parte de la ironía o
de cierto amargo sarcasmo, que también las uso para zanjar o posponer discusiones
interminables -“sí, tienes razón” o “sí, iremos”-, entendiendo que son parte de
esas imprescindibles habilidades dialógicas que nos permiten la vida en
sociedad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? En la mayor parte de
las ocasiones haciendo algo. Mi abuelo, Julian Pellejero, me enseñó que para
descansar de una actividad lo mejor es emprender otra distinta. Así que cuando
termino de trabajar comienzo a leer, cuando me canso de leer, bajo a comprar
con Poppy o me pongo a cocinar o comienzo a escribir…, tras lo que haré cualquier
otra cosa.
¿Qué le da más miedo? El odio. Todos
hemos visto cómo el odio deshumaniza a las personas, las vuelve insensibles,
violentas, hace del hombre el peor monstruo y vuelve a tu igual un ser capaz de
cualquier cosa, de la mayor crueldad y de toda barbarie. Por eso desprecio a quienes
lo incentivan e incluso a quienes coquetean con él, sin percatarse que juegan
con fuegos muy explosivos dentro de una biblioteca en la que se guarda escrito
nuestro saber y nuestra historia común.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Como a cualquier persona, lo que me escandaliza es lo que
queda fuera de mi entendimiento, mi ética o mi moralidad: el odio, la violencia
(más aún la gratuita); la pederastia y la violencia sexual en todas sus
expresiones; la falsedad empírica, es decir, esa que está demostrada como
mentira, pero que se sostiene por necesidad o por provecho propio; la maldad,
entendiéndola como el daño consciente que se hace o se alienta contra otros o contra
las ideas de otros o contra las posibilidades de otros…, con el único fin del
propio provecho. En fin, este tipo de cosas son las que me escandalizan.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? No puedo evitar tener ideas
que, a veces, son sólo ocurrencias, aunque en otras ocasiones se sustancian en
proyectos. Desde un punto de vista ontológico debería decir que forma parte de
mi naturaleza mirar o hacer algo que aparentemente no estaba antes. Por tanto
no creo que pudiera ser, tener existencia, sin hacer algo que me permitiera
buscar aquello que aún no estaba, pero que precisaba manifestarse, en mi día a
día.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí. Trato
de mantener mi “sobre peso ideal” -como decimos en casa-, rodando sobre una
bicicleta por el campo. Si no tengo un par de horas libres doy un paseo o paso
40 o 50 minutos en el gimnasio tratando de sudar un rato. Es una parte pequeña
(en cuanto a cantidad de tiempo invertido en ella), pero importante de mi vida.
¿Sabe cocinar? Sí, aunque mi cocina es necesariamente
sencilla. Dispongo de poco tiempo libre y procuro que la intendencia sea lo más
eficiente posible. Si puedo hacer la comida y tener la cocina recogida en 30
minutos mejor que en una hora, pero si puedo solucionarlo de forma más rentable:
no lo dudo. Por tanto la hoya es un elemento imprescindible, así como las
ensaladas, la plancha o el horno.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Esto me generaría muchas dudas y algún conflicto interior… Tendría que buscar a una persona que haya sabido ser coherente con sus ideas, que se haya mostrado generosa, que haya aportado ideas novedosas, ampliando el mundo en el que vivimos con ellas y las haya defendido, que haya sido militante para compartir esos valores y sostenerlos para que otros los puedan alcanzar, que haya demostrado humanidad y afecto… Serían muchas cosas las que debería considerar y por eso pienso en personas como el poeta Ángel Guinda, el Catedrático, ensayista y también poeta Alfredo Saldaña Sagredo o la escritora Irene Vallejo. La poeta Celia Carrasco Gil, que creo va a ser una de las grandes figuras de nuestra literatura (si no lo es ya), también sería una opción a considerar o la editora Trinidad Ruiz Marcellán, que va para 50 años de lucha con Olifante y tendría mucho que contarnos a todos. Pasaría un mal rato teniendo que decidir a cuál de ellos presentar al mundo para que otros puedan disfrutar de su humanidad y su intelectualidad.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Ahora. Ahora es siempre el momento, porque siempre tendremos
el ahora mientras tengamos vida y en el ahora reside nuestra oportunidad y
nuestro futuro.
¿Y la más peligrosa? Nunca. Nunca
es la muerte. No hay nada ni nadie en el nunca. No hay tiempo, ni por tanto,
posibilidad. Quienes vienen armados con su “nunca” vienen armados de intolerancia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? En ningún momento:
nunca. Y aquí uso un arma tan peligrosa como “nunca” para terminar con una idea,
la de la agresión física (en este caso, con resultado de muerte) que no puede
tener cabida en una mente sana.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las naturales: aquellas
que promueven el bienestar de todos, que son inclusivas para el conjunto de
personas que conforman el conjunto de la ciudadanía, del país, que garantizan
el orden y la libertad de acción y pensamiento, que promueven la justicia y la compartición
de los recursos y la solidaridad, que tienen su mayor meta en el desarrollo
individual de sus miembros, pues un pueblo igualitario, educado y satisfecho es
estable, próspero y esperanzador.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Si fuera otra
cosa, como diría uno de mis primeros maestros en el mundo de las letras, Chusé
Izuel, dejaría de ser yo mismo y por tanto, poco me podría importar. En cualquier
caso, esa otra vida me gustaría que, quien fuera que fuese, la viviera con
intensidad, honestidad y generosidad. Tal vez ese otro podría dedicarse a
estudiar la literatura de mi tiempo y mi propia obra, para conocer a ese mí mismo
de otra dimensión… Tal vez mejor sería que fuera un pintor, un escultor o un
trabajador anónimo: un conductor de autobuses, como en la película de Jim
Jarmush Paterson.
¿Cuáles son sus vicios principales? No me considero una
persona con vicios. Hay comportamientos o hábitos mejorables, pero no me gusta
la idea de culpa o de mal. Prefiero pensar en términos de voluntad y de
desarrollo personal, de conciencia de la salud física o mental. La culpa no
ayuda, la responsabilidad sí.
¿Y sus virtudes? De igual modo, no
creo tener “virtudes”. Las que son intrínsecas y me sean naturales, serán parte
de mi ser, son identidad y carecerían de mérito. El resto, son caminos por los
que andar y actitudes que mantener y mejorar. Aquello que no se continúa consciente
y voluntariamente decae inevitablemente.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Procuraría soñar la
suerte de Odiseo y pensar que, con fortuna, podría caer en brazos de Calipso,
antes que esperar ser rescatado por la barca de Caronte.
T. M.