sábado, 5 de octubre de 2024

Entrevista capotiana a Axel Levin

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Axel Levin.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Si me dejan fantasear, creo que la mejor alternativa sería una casa rodante que me permita recorrer todo el continente, o bien movilizarme por las calles de la ciudad que quiera (por más que no pueda salir). Considero que es una buena manera de asomar la cabeza por arriba del laberinto, ya que no me imagino todos los días de mi vida encerrado en un sitio fijo, inmóvil. Eso sí: una casa rodante con todos los lujos, con biblioteca, internet, una buena cama y un escritorio para apoyar la computadora.

¿Prefiere los animales a la gente? Esa pregunta equivale a suponer que las personas no somos animales, algo que como mínimo todavía pongo en duda (qué animales somos las personas a veces…). No obstante, me quedo con mis dos gatos frente a la gran mayoría de personas si me dan a elegir. 

¿Es usted cruel? De chico mataba hormigas con una lupa, amplificando la luz solar, y quemaba caracoles haciendo un círculo de sal en el suelo y metiéndolos dentro. La crueldad hasta cierto punto puede parecerse a la curiosidad, y como humano me hago cargo del morbo por descubrir. Más allá de eso, mi límite es el perjuicio ajeno. Al menos, de forma intencional o consciente.

¿Tiene muchos amigos? Siempre me sorprendió la gente que tiene muchos amigos, no tanto por su capacidad de conexión con las personas o apertura personal, sino por su entendimiento de qué es “un amigo”. Creo que ese rótulo, en mi vida, le corresponde a pocas personas. Por más que quiera, me divierta, o me lleve bien con mucha gente.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que se pongan contentos cuando me ven y quieran juntarse conmigo. Es decir, que me elijan en su mundo por sobre tantos otros seres con los que se cruzan en su vida cotidiana.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? A veces sí, como seguramente yo los decepciono a ellos en ocasiones. Por algo son amigos, y no circunstancias.

¿Es usted una persona sincera? Soy escritor. Mi arte es desdoblarme y ficcionalizar. Si definís la sinceridad por la fidelidad a la realidad, no, no soy sincero. Pero siempre te responderé con franqueza.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? En un bar, tomando un café, comiendo una buena porción de torta, leyendo y escribiendo.

¿Qué le da más miedo? Bloquearme.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza que habiendo desarrollado, como humanidad, la tecnología suficiente para que vos puedas estar leyendo esto, lo que bien mirado es un completo delirio (como tantos otros desarrollos tecnológicos), no hayamos podido solucionar temas tan básicos como la desnutrición infantil. La desigualdad y el despilfarro me escandalizan.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Creo que toda vida es creativa, porque si no lo fuera no sería vida (sino una forma degradada, inercial, de transcurrir en el mundo). Dejando de lado la creatividad, siempre me fascinó la biología y la diversidad de seres que existen en la tierra.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Entreno en plazas, antes corriendo y ahora con ejercicios de fuerza (calistenia).

¿Sabe cocinar? Me encanta cocinar. Creo que la cocina es un pequeño laboratorio, o un gran juego que se abre todos los días para probar cosas nuevas (o bien, elegir las fórmulas infalibles).

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Escribiría sobre Stephen King, el escritor vivo que más admiro.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Curiosidad.

¿Y la más peligrosa? Aislamiento.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Todos los días.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Me considero alguien de izquierda, pero no sé cuánto dice hoy en día esa definición política. Considero que los Estados deben redistribuir, de distintas formas, las ventajas socio-económicas acumuladas por el pequeño porcentaje de la sociedad cuyos ingresos equivalen al de las grandes mayorías (el 1% de las personas más ricas del mundo tienen los mismos ingresos que el 99% restante). Adhiero a la idea de una justicia social centrada en redistribución de oportunidades que históricamente fueron expropiadas. A nivel micro, deberíamos ser mucho más solidarios y empáticos de lo que somos.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un gato. O un cóndor. O un pulpo. Me gustaría transmigrar alternadamente entre estos tres seres.

¿Cuáles son sus vicios principales? El mate todos los días, y las mañanas de los domingos con un buen libro en la cama.

¿Y sus virtudes? Soy fiel a mi palabra. Escribir es parte de ese compromiso.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Seguramente primero sienta un odio extremo con el mundo (¿por qué a mí?, pensaría), y un deseo asesino dirigido a la persona que me está ahogando o que se involucró en el suceso (ya que nadar, sé nadar). Lo más probable, sin embargo, es que si me estoy ahogando se deba a alguna decisión estúpida mía, de terco, como meterme muy adentro en el mar después de comer un asado; o hacerlo un día en el que, por las nubes, era evidente que estallaría una tormenta. Ahí querría ahogarme, por estúpido, pero como ya está sucediendo simplemente me resignaría. Pensaría en mi pareja, en mis gatos, en mi cama, en mi mate y en mis libros.

T. M.