sábado, 31 de octubre de 2009

Casanova: los recuerdos de un seductor

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El personaje se tragó al artista, y éste ha de ser redescubierto por fin, pues en muchas ocasiones se ha olvidado al escritor en pos de mantener por inercia un mero arquetipo: el del galán en los salones nobles y aristocráticos de la Europa del siglo XVIII, aquel que apareció en la gran pantalla interpretado por Alain Delon en una película de 1992, el buscavidas metido en mil oficios e iniciativas para beneficiarse de la protección de los más poderosos. Hablamos de Giacomo Casanova (Venecia, 1725-Dux, Bohemia, 1798), tan famoso por sus correrías amorosas, pero a la vez tan desconocido, a pesar de tener una de las vidas más fascinantes que puedan encontrarse y ofrecer una literatura llena de originales virtudes, muy en especial, en Historia de mi vida, su descomunal autobiografía que este mes, de la mano de la editorial Atalanta, ve la luz de forma íntegra por primera vez en español.
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En el ámbito literario, a Casanova se le conoce y admira fundamentalmente por esa larga narración de sus vivencias, pero al parecer él hubiera querido alcanzar la inmortalidad mediante sus ficciones literarias. No lo logró, sin embargo, y de forma irremediable su actividad artística es imposible deslindarla de su existencia íntima: se ha destacado la notable factura de un cuento como El duelo, por ejemplo, pero éste en verdad responde a un episodio real que sufrió el escritor: la marcha de la corte polaca tras un duelo a causa de una bailarina. Prologando esta obra, Ángel Crespo reflexionó sobre cómo el autor extendió su ser a su propia escritura: «Hombre temperamental hasta la imprudencia, a la que solía oponer como contrapeso su astucia y su conocimiento del corazón humano, todo cuanto escribió en torno a su vida parece obedecer a la necesidad de desahogar los humores que, a consecuencia de semejante carácter, amenazaba, a veces, con asfixiarle».
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Esta astucia, este don psicológico para retratar a los demás, el desparpajo a la hora de hablar de lo propio se palpa en Histoire de ma vie, escrita cuando Casanova estaba empleado como bibliotecario en el castillo del conde Waldstein, en Bohemia, y deseaba recuperar su intenso pasado y mostrarlo al mundo, reclamando una atención que había perdido para siempre. «Es entonces cuando aparece ese magnífico y único caso fortuito llamado Casanova», cuenta Stefan Zweig en su estudio triple Casanova. Stendhal. Tolstói. Tres poetas de sus vidas (editorial Backlist, 2008): «Por fin un apasionado sibarita, el típico devorador de instantes, narra su vida desmesurada y lo hace sin tapujos morales, sin dulcificaciones poéticas, sin atavíos filosóficos, sino de una manera absolutamente concreta, tal y como fue: apasionada, arriesgada, licenciosa, desconsiderada, divertida, vulgar, indecente, atrevida y desordenada, pero siempre interesante e imprevista». Se trata de un hito literario, una obra como ninguna hasta la fecha, que no sólo refleja la trayectoria de un solo hombre sino la cotidianidad del tiempo dieciochesco en torno a todas las clases sociales en todo el continente.
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Aquejado de gota, el viejo Casanova va a componer doce volúmenes (unas 3.500 páginas hoy) sobre su trayectoria desde su nacimiento hasta alcanzar el año 1774. El escritor habla, como detalla en el prólogo Félix de Azúa, «de la República de Venecia; le sigue un crecimiento deslumbrante en las cortes más poderosas de Europa; viene luego una madurez robusta, durante la cual esa viva lumbre se va achicando poco a poco; y por fin una decadencia insoportable a la que sólo la muerte puede aliviar». Relato de viajes, de anécdotas alrededor de la realeza y de las noches tabernarias, de calles y palacios y muchas mujeres y artistas y políticos, Historia de mi vida es sobre todo un texto donde se respira la doble cara de Giacomo Casanova –amable pero sinvergüenza, encantador pero embustero– y que, según Azúa, «conmueve, exalta, divierte, inspira, solaza y excita tanto la lujuria como el raciocinio».
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Lo habrá comprobado profundamente el traductor de la obra, Mauro Armiño, quien cuenta los avatares que sufrió el manuscrito: un sobrino lo conservó tras la muerte de Casanova, en Dresde, hasta que fue vendido en 1820 a un editor de Leipzig, que purgó el texto quitando los pasajes más escabrosos; además, otros manuscritos no verían la luz hasta después de la Segunda Guerra Mundial, y no sería hasta el año 1960 cuando los papeles originales de Casanova, sin censuras ni tampoco tergiversaciones, pudieron editarse. Extraordinario autorAtrás han quedado olvidadas la mayoría de sus cuarenta y tres obras –aunque cabrá algún día publicar como se merece su copiosa correspondencia–, pero la «Historia de mi vida», pese a estar redactada en un francés lleno de recursos más cercanos a los relatos orales –como si el autor estuviera conversando «con una persona o un grupo de amigos que tuviera enfrente»– en palabras de Armiño, es la obra imperecedera de un individuo que fue mucho más que un donjuán caballeroso con todas sus amantes: un extraordinario escritor cuya valía está aún pendiente de calibrarse en su justa medida.
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(Publicado en La Razón, 31-10-2009)