martes, 27 de octubre de 2009

El azar para que la cosa funcione


La última escena de Si la cosa funciona, la última obra literaria magistral de Woody Allen, pone imagen a unas palabras de una novela gloriosa que estoy leyendo, Percusión, de José Balza: «Me pregunto qué pasaría si pudiéramos tener con nosotros a cada ser que adquirió verdadera importancia en nuestra vida; cómo asumiríamos el optimismo o el fastidio, con ellos siempre al lado, aunque sean pocos: ¿seis, diez personas?»
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La secuencia a la que aludo muestra justamente tal cosa: la reunión cordial, un fin de año, de cuantos han rodeado al cascarrabias protagonista, Boris Yellnikoff, un genio de la física y del absurdo de una vida llena de límites: «¿Por qué creemos que cada relación va a durar infinitamente? ¿Por qué no intuir que aun el afecto más intenso sólo sirve como tránsito al olvido, que los seres únicamente nos pueden corresponder durante cierta etapa y que de manera inexorable debemos extraviarnos para esa persona tan amada?», sigue diciendo el autor venezolano.
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El personaje del film –interpretado por Larry David– estaría de acuerdo con Balza, sobre todo cuando su joven esposa le comunica que va a romper con él. «Si el universo se está desmoronando, ¿por qué nosotros no?», le contesta en una cafetería de cualquier calle neoyorquina, más comprensivo que decepcionado. Porque, como él mismo va a decir después: el azar rige cada acción, incluido el cruce de caminos al que se refiere con terminología cósmica, la concatenación de casualidades en la que nos vemos inmersos todos y que nos llevará a tener vínculos amorosos que son siempre una moneda al aire.
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Balza, hablando de Proust, dice: «Sólo el azar ha de influir en la asociación de dos elementos ajenos entre sí». Boris y Melody en la película; Ella y Yo, en mi vida real: dos elementos que sólo responden a la única filosofía de vida: seas como seas, más allá de las diferencias de pensamiento, edad, creencia, estatus, carácter, región, más allá de las compatibilidades o lo que dice la racionalidad... si la cosa funciona, adelante. Y no hay más vueltas que darle.