Algún compás de «Le moulin» de Yann Tiersen, de la B.S.O. de Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, oído por azar, y la cicatriz del dolor se abre. Sigo el reguero de sangre, de melancolía plena, y mi edad es roja y fluye en la constatación de mi viejo piano abandonado, testigo de un tiempo transitorio, de esperanza y luego pena y luego amor. La espiral de la vida me diseca con sólo unas notas musicales, y sin llorar, me coso la herida con los horizontes del pentagrama entero. El día, como acompañando, trae lluvia y pulsaciones lentas. Un día para olvidar que se recordó la sensación de remembranza.