jueves, 17 de diciembre de 2009

El reino del niño lobo

Resulta difícil entender la tendencia a sobreexplotar las creaciones del pasado: hace pocos años, surgió la idea de que alguien escribiera una segunda parte de Peter Pan. ¿Pero tal cosa era necesaria? Las secuelas, las adaptaciones, las obras basadas en otras obras proliferan en un alud de novedades que no lo son en el fondo. En el caso que nos ocupa, esta iniciativa de usar material exitoso artístico da una vuelta de tuerca, y así, Dave Eggers (1970) firma una novela que adapta el libro ilustrado de 1963 Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak (1928), y que a la vez parte del guión que el propio autor escribió junto con Spike Jonze para la película que éste ha dirigido y estrenado este año, Where the Wild Things Are.
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Los monstruos es un libro de encargo; según cuenta Eggers, el dibujante le propuso convertir el volumen y el film en una novela. Pero el resultado es decepcionante: el trabajo de Sendak es excelente, como se lleva diciendo durante décadas en todo el mundo, y Jonze es simplemente un genio –véanse sus docenas de vídeos musicales y sus películas Cómo ser John Malkovich y El ladrón de orquídeas– y a buen seguro que su concepción fílmica de la historia infantil habrá sido estupenda. En cambio, más reparos hay que poner a la labor de Eggers, que se ha visto en un desafío literario tan atractivo como peligroso. De tal forma que su texto presenta situaciones harto estandarizadas –el niño que se siente incomprendido por su hermana, su madre y el novio de ésta– y que huye a otros mundos donde sus actos no tengan consecuencias, y apenas aporta nada original o ni siquiera entretenido.
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Me pregunto si Los monstruos, en su intento de narrar cómo el niño Max, disfrazado de lobo, parte de viaje en barco hasta alcanzar una tierra llena de enormes y feas criaturas en la que se convertirá en rey, podrá interesar a un niño o un adolescente. A mi juicio, no ocurre nada digno de mención narrativa y los diálogos son insustanciales, por lo que sospecho que el lector adulto no encontrará tampoco demasiados alicientes. Es preferible reencontrar a Eggers en sus tres libros publicados por Mondadori o interesarse por su publicación McSweeney’s y su tarea pedagógica en el centro 826 Valencia (para el aprendizaje de la escritura), pues creo que este libro no añade positivo nada a su fulgurante trayectoria, tan apreciada en su país que lo ha llevado a ser premiado y alabado de continuo, a ser calificado –y no sé si esto es bueno o malo– como una «persona influyente» por la revista Time.
Publicado en La Razón, 17-XII-2009