Acabo de recibir el número 11 de Isidora. Revista de Estudios Galdosianos, con mi texto "La adivinación artística", un pequeño ensayo donde, en su momento, intenté descifrar el tipo de realismo narrativo practicado por Pérez Galdós. Aporto el primer párrafo de un texto que elaboré poco después de escribir el prólogo al tomo en el que tuve el honor de colaborar, en el gran proyecto de obras completas galdosianas de El Cabildo Insular de Gran Canaria, y que incluía las novelas El doctor Centeno, Tormento y La de Bringas. Estas semanas, precisamente, leía yo un buen artículo de Rafael Chirbes, incluido en Por cuenta propia. Leer y escribir (Anagrama, 2010) donde este narrador reivindica la figura de Galdós, tan estúpidamente maltratada por tantos autores patrios.
Alude el narrador de bastantes de las novelas galdosianas, con harta frecuencia y ya desde La Fontana de Oro (1870), a «esta verídica historia», heredando el gusto cervantino por avivar el juego ficcional entre el lector, el que cuenta la historia y sus personajes; en la obra citada, por ejemplo, es el personaje Bozmediano quien informa de los hechos al «autor». Irá así poniendo a las claras el escritor canario su intención de mezclar lo histórico y geográfico reales con la invención de unos seres que transitan por Madrid, que podrían verse reflejados en las novelas firmadas por un hombre llamado Benito Pérez Galdós y que aparecían por entregas en la prensa o en uno o varios libros de forma casi anual. Ya ciego, en sus últimos tiempos, se cuenta que en algún momento especialmente conmovedor, Galdós mencionó a uno de sus personajes cual si fuera una criatura real, como su admiradísimo Balzac había hecho en sus últimos días moribundo, él también casi ciego, cuando llamó a un médico creado por él mismo. [...]