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Un modelo de cómo ha de ser una novela de entretenimiento, enmarcada en el tiempo y lugar actuales. Eso es Uno de los muertos (editorial Temas de Hoy), ópera prima del guionista radiofónico y televisivo Carlos Luria (Barcelona, 1962), que ha creado un texto sensacional en el que, por medio de un narrador omnisciente y de diálogos llenos de chispa e ingenio, se nos cuenta el enredo protagonizado por Óscar Ripoll, un periodista barcelonés en paro que, al contactar con unos laboratorios farmacéuticos en busca de trabajo, por casualidad se verá metido en una gran trama de asesinatos y persecuciones en Madrid y Barcelona.
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Su inicio valleinclanesco, su tono de novela negra con barmans siempre con la frase perfecta a punto, la mordacidad con la que se analiza nuestra vida urbana, las referencias de cultura popular propias de las últimas décadas son sólo algunos de los numerosos alicientes de una trama que engancha desde el primer momento y que tiene de continuo pasajes tan inteligentes y divertidos como tiernos, sobre todo en las alusiones de corte generacional y nostálgico.
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Su inicio valleinclanesco, su tono de novela negra con barmans siempre con la frase perfecta a punto, la mordacidad con la que se analiza nuestra vida urbana, las referencias de cultura popular propias de las últimas décadas son sólo algunos de los numerosos alicientes de una trama que engancha desde el primer momento y que tiene de continuo pasajes tan inteligentes y divertidos como tiernos, sobre todo en las alusiones de corte generacional y nostálgico.
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Y es que Óscar, durante la fría Navidad en la que se desarrolla todo, se muestra como un gran observador de sus conciudadanos, hasta el punto de que Barcelona y los hábitos de sus gentes se convierten en un personaje más mediante los comentarios sobre sus calles, bares y restaurantes por boca del mismo Óscar o de sus amigos Custodio y Andreu –los típicos personajes secundarios indispensables a la hora de ayudar al héroe de a pie en sus pesquisas–. El soltero parado y pasivo (odia viajar), de repente, se convierte en detective amateur, en un aventurero intrépido sólo por convencer a los que le están relacionados con el director de Laboratorios Carbonell, asesinado en casa de una prostituta (gente de los laboratorios, de una secta llamada Europa Cristiana) de que él no tiene un portafolio importante en el que se explican las características de un codiciado fármaco.
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Toda una red de intereses con personajes-clichés magníficos: la bella y rica viuda Teresa, el paternal inspector Seco, el fundamentalista religioso Recasens, el honrado dueño de bar Bartolomé... para una obra donde el suspense y el amor, lo gracioso y lo profundo se conjugan a la perfección.
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Publicado en La Razón, 15-IV-2010