Un cambio de aires provoca, propicia, obliga a revisar lo acumulado. Es la oportunidad para conocer si el prestigio de uno u otro libro justifica o no su lugar en nuestro espacio. Y cuántas decepciones me he llevado a la hora de inspeccionar páginas que consideraba válidas y que son ilegibles, pese a que las firmen autores importantes. Como le decía el personaje de Lezama Lima a Reinaldo Arenas en la película Antes que anochezca, la propia biblioteca se ha de componer de 100 libros; más no es necesario. Y es que, cuántos se nos caen de las manos a las primeras de cambio. Por las noches, antes de dormir, he empezado a leer muchos cuya presencia y traslado había que confirmar o descartar. Es una dura prueba para el libro: ¿soportará el cansancio del día, los ojos entrecerrados? Esa ha sido una técnica a la hora de discriminar, para, dentro de mi selecta biblioteca, ser más selectivo si cabe. Y siempre con la conciencia de aquel gran consejo de Wilde: hay que tener los libros que uno pudiera releer.