En un libro recién leído –en qué caja habrá acabado ese Retratos y encuentros–, Gay Talese, en una de sus crónicas periodístico-literarias, habla del boxeador Joe Louis, y de una de sus parejas, que se unió a él tras una etapa casada con un intelectual. Según ella misma, cambió un hombre de libros por un hombre de vida. ¿Le ha ocurrido algo parecido a este lector que hoy ha visto su estantería invisible en un pasillo ya desértico de maderas en la que fue su casa? En un cuento del libro La ciudad desplazada, José María Conget recrea la evolución de un ratón de biblioteca que es salvado de su fijación por los libros gracias al amor de una mujer. ¿Pero es posible tal tránsito? ¿Abandonamos los libros, o los dejamos aparte, cuando empieza a funcionarnos la vida? ¿Visitará este lector nómada a sus libros una vez los deje enjaulados en un cuarto oscuro, como cuando visita los nichos de sus muertos?