sábado, 24 de julio de 2010

Elogio del lector infantil


En una estación, repleta, llega el tren. Todo el mundo se mueve. Dos niñas, al fondo, en un banco, tras el esparcimiento humano. Nada las distrae. Atentas a sus tebeos, ningún ruido les turba, ni les saca de su concentración de labios que, a menudo, silabean lo que leen. Envidia, desde mis ojos, de que las palabras, las frases, los dibujos capten su atención por entero. Un adulto lee, pero su mente está en otra parte. Un niño lee, y entonces, sólo lee. Algo que yo nunca ya podré hacer.