martes, 3 de agosto de 2010

Tres días de 1998 en la pobre Florencia: II



Día 2

La gente haciendo cola y yo apoyado en una columna. Giardino de Boboli, la gran masa verde de Florencia, ciudad hoy abierta al dólar y a la lira, ciudad incómoda para el viajero melancólico o artístico, que a veces es lo mismo. No existe otra cosa que tiendas y gente, manantiales de gente en el lugar predilecto de aquello antiguo, de todo aquello gris del alma. Si Roma es peligro para caminantes, Florencia no es más que el mosaico de los rincones del mundo.

Qué serio se pone el viajero al transitar un pueblo semejante.
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El viajero no es un visitante a secas, es otra sombra más. Y las horas pasan lentas en la ciudad que invita al cansancio, a leer la historia de las piedras.
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Por qué el don poético no se revela siempre tras el equipaje, por qué elige ciudades y estaciones. Si realmente el abril ya acabado es el mes más cruel porque aúna memoria y deseo, quizá sea también la temporada de la indiferencia, de la tranquilidad forzada.
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Esta mañana, de nuevo las calles en torno al Duomo, y el Puente Vecchio, y el sur ya nuevo: el Palacio Pitti y sus jardines y yo sentado en una piedra viendo avanzar a la gente en la cola.