El viajero ha acabado su cappuccino y mira a una mujer-venus frente a una camomilla. Hay que distraer algunas horas antes de emprender la vuelta.
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Florencia: sólo para turistas con mucho dinero, no para bohemios ni para pintores ni escritores. Dante solamente existe en su falsa casa, y no se le ve en la calle ni en las reproducciones que hay en todos los quioscos. Florencia ha de verse con calma para ser transportado por su belleza. Florencia abarrotada se vulgariza, pierde el encanto para el viajero que quería pasear con el Cancionero de Petrarca con la traducción de Crespo que se compró hace años, cuando aún no conocía a su viuda que le habla de él en su propia casa, entre los que fueron sus libros.
Pobre Florencia, pueblo para visitantes acomodados y viajeros que no quieren reconocer su decepción.