viernes, 3 de diciembre de 2010

Muerte de “La muerte escondida”


Un pequeño gran abatimiento me embarga estos días: tiro la toalla, me rindo, lo dejo estar. Mi poemario La muerte escondida, tras diez años de ir navegando en busca de puerto, ha recibido su enésimo rechazo, aunque bienintencionado –algo insólito en nuestro panorama editorial– y creo que es hora de dejar tranquilo a los editores de poesía con este libro que es tan importante para mí pero que no encaja en ningún sitio. Me apena, porque insistí en buscarle un hogar adecuado: hace mucho se publicó en la revista El Extramundi, luego una selección de sus textos apareció en una colección cordobesa con el título Amigo de los muertos, pero cuando lo siguiente fue buscarle edición... sólo surgió una posibilidad que al fin resultó lamentable: unas gentes de Ávila que lo publicaron sin contar con el autor, sin apenas darme ejemplares y tratándome con grosería. Pero ya da igual: añado a este blog aquella publicación fantasma, porque nadie la vio, que no tiene ISBN, del 2004. Uno se está especializando en libros invisibles. ¿Pero quién no? Mi único consuelo es que ese maravilloso lector de poesía llamado José Ángel Cilleruelo, le dedicó una reseña en Clarín y luego un análisis profundísimo en el blog El balcón de enfrente, que dignifica los poemas que concebí como un complemento a mi primer libro, El atlas de la memoria.