domingo, 27 de febrero de 2011

Entrevista capotiana a Gonzalo Navajas

En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Gonzalo Navajas.
.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Tengo un lugar sublimado en el subconsciente que conocí en un viaje a Chile hace años. Frutillar, en la zona volcánica de Osorno. Es un pequeño pueblo, junto a un lago, con ascendencia germánica. Pero es solo una impresión, no pasé allí más que unas horas idílicas, tal vez si regresara ahora pensaría diferente. Más cerca de mi realidad presente, me fascina la zona de Carmel, en el norte de California, el Pacífico es allí espectacular y siempre me ha apasionado el mar. Y no estaría solo, no me gusta la soledad como hábito. Prefiero estar con otros.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, me gustan los animales mucho, pero me gusta estar con los demás y conocer gente nueva, que hablen otras lenguas y conozcan ciudades y lugares que yo no conozco. A mi hija le encantaría tener un perro y lo tendríamos pero, como viajamos mucho, eso complicaría los viajes.
¿Es usted cruel?
No, no justifico la violencia con el otro. Creo en la palabra y, si finalmente no funciona, recurro al silencio y el alejamiento.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, creo en la amistad.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La lealtad, en particular. Y el espíritu de colaboración. Escribir es lamentablemente un ejercicio solitario y cada vez me gusta más hacer cosas con otros, estar en proyectos con los demás.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Alguna vez me han decepcionado, pero, como se dice en inglés, I move on, no me detengo demasiado en ello y me concentro en los amigos de verdad.
¿Es usted una persona sincera?
Depende bastante de la situación y del medio en que me hallo. El mundo académico, en particular el americano, tiende a la corrección, a lo que conviene decir según la oportunidad más que a la verdad. Pero en lo que escribo soy yo mismo y es ahí donde está mi verdad. Y, desde luego, tengo una vida más allá del medio académico.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No tengo mucho tiempo libre. El concepto de aburrimiento no existe para mí porque siempre procuro estar ocupado en algo que me estimule. Aunque, claro está, están los comités, la burocracia, los embotellamientos en el tráfico de Los Angeles, etc.
¿Qué le da más miedo?
Estoy siempre procurando adaptarme a la idea de que voy a dejar de ser. Las excusas de que uno perdura en los libros, los hijos, no me colman demasiado. Tal vez, cuando aprenda de verdad a aceptar la idea de la muerte, ya sea demasiado tarde. El alzheimer en particular me aterroriza, no solo por mí sino por los que están a mi alrededor.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Bastantes cosas, pero mencionaré una en particular. Que un jugador de baloncesto o fútbol o una cantante gane millones de dólares al año mientras que un trabajador o artista anónimo no tenga los quinientos dólares al mes con que pagar su alquiler.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Viajar, moverme de un lugar a otro hasta conocer todo el mundo
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Desde los quince años en que tuve una crisis de adolescencia larga y profunda, me ha gustado sentir que el cuerpo está en consonancia con mi mente. Nado y camino con frecuencia en lugares con mucha naturaleza.
¿Sabe cocinar?
Mis especialidades son la lasagna y algunas sopas, como de guisantes. También soy bastante bueno con algún tipo de pastel, el de calabaza, que preparo para la fiesta de Halloween, me sale bastante bien, o al menos, así dicen mis invitados.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
La verdad es que no estoy muy familiarizado con esa revista. Admiré siempre mucho y sigo admirando a Edward Said, el escritor e intelectual palestino, profesor en la Universidad de Columbia en Nueva York. Admiro su integridad intelectual y el hecho de que la cátedra no le impidió tener una vida diversa e intensa, más allá de las aulas confortables y seguras.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Paz, Peace, Friede, Paix, Pau, Pace… En todas las lenguas, la misma aspiración legendaria que espero algún día realicemos.
¿Y la más peligrosa?
Promesa, con mayúscula y para todos y para siempre. El siglo XX conoció abundantemente las consecuencias.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, soy profundamente pacifista, aunque continúa impactándome el vídeo de Neville Chamberlain, el primer ministro británico, a su regreso de la reunión en Munich con todo el aparato del fascismo de esa época, Hitler y Mussolini entre ellos, mostrando un documento firmado solemnemente que, según sus palabras, traía peace in our time, paz para nuestro tiempo. Al poco, empezaba un conflicto monstruoso, en parte, por la actitud pacifista de figuras como Chamberlain. Pacifista siempre, pero hay que saber enfrentarse a la opresión y el abuso.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No pertenezco a ningún partido político. Soy escéptico respecto a la política profesional porque creo que la política en parte es una bastardización de las ideas más nobles. Pero tal vez esa sea una visión demasiado idealista e ingenua mía.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Siempre me ha gustado la medicina y lo que ser médico representa como aportación a aliviar un hecho consustancial con la condición humana, el sufrimiento, el dolor
¿Cuáles son sus vicios principales?
A mi edad debería haberlos corregido todos.
¿Y sus virtudes?
Me gusta lo que hago, escribir, enseñar, dialogar, y a ello le dedico tiempo y energía.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Como dije, hago natación, procuraría nadar y salvarme.
T. M.