jueves, 24 de marzo de 2011

Entrevista capotiana a Jordi Doce




En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jordi Doce.

Si tuviera que vivir en un solo lugar sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Creo que una casa de indiano en algún lugar de la costa oriental asturiana. En su defecto, una casa en un pueblo del sur parecido a la Carboneras almeriense de los años sesenta o setenta del pasado siglo tampoco estaría mal.
¿Prefiere los animales a la gente?
Sólo cuando la gente saca al animal que lleva dentro.
¿Es usted cruel?
Puedo serlo. Lo he padecido en carne propia.
¿Tiene muchos amigos?
Los suficientes, pero valen por muchos más.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lo bueno de los amigos es que suelen darte lo que no buscabas ni esperabas, al menos conscientemente.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Según la lógica de mi respuesta anterior, no es fácil que lo hagan.
¿Es usted una persona sincera?
Soy juiciosamente insincero cuando toca.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Desocupado de mí.
¿Qué le da más miedo?
Que mi hija pueda sufrir algún daño.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Supongo que mi propia ingenuidad, porque todos los días me escandalizo por algo. Más allá de la boutade, me repugna y deprime el estado de profunda miseria en que vive el grueso de la humanidad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría gustado –todavía estoy a tiempo– estudiar Historia del Arte. Hubo un tiempo en que me fascinó la Arqueología.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino mucho. Salgo a correr de vez en cuando. Quiero volver a jugar al tenis, pero no encuentro con quién. Si algún residente en Madrid se anima, ya sabe dónde estoy.
¿Sabe cocinar?
Me defiendo. Entre otras cosas, estoy separado y tengo una hija pequeña. No me queda más remedio.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
El primer trabajo que escribí en el colegio estuvo dedicado a Gandhi. Sospecho que no fue una elección inocente. Dicho lo cual, siempre me ha fascinado (para bien y para mal) la multitud de las grandes ciudades. Es un personaje en sí mismo. Y más que inolvidable: inevitable.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Nosotros, cuando significa cooperación, amistad, comunidad.
¿Y la más peligrosa?
Nosotros, cuando significa exclusión, superioridad, nacionalismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Aunque más de una vez he querido morirme de vergüenza… o de otras cosas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy ácrata casi por instinto. Odio la autoridad (sobre todo en la vida cotidiana) y los recortes de ningún tipo a la libertad individual. Me gustaría que la socialdemocracia fuera más social y más demócrata, menos demagoga y menos empeñada en convertir su discurso en carne picada para los medios.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un rentista, por ejemplo. No muy ostentoso, con tiempo para estar en la vida sin que los números me agobiaran. Y tiempo para emprender largos viajes por el mundo. Va bien con esa casa de indiano a la que aludí antes.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tener grandes virtudes. Los que me quieren dicen que puedo ser soberbio.
¿Y sus virtudes?
Bromeando sólo a medias, no tener grandes vicios.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No sé, creo que estaría demasiado ocupado tratando de salir a flote… Me falta imaginación o atrevimiento para ponerme en ese lugar.
T. M.