La última genialidad de Miguel Albero (Madrid, 1967) se titula Ya queda menos. Así remata el autor cada capítulo de una historia delirante que protagoniza un tipo que está en la cresta de la necedad y la desgracia: Simbad Martínez, un navegante urbano al que todo le sale mal y solo piensa disparates. De tal forma que ya sea proponiéndose una nueva vida tras abandonar las oposiciones, o creando un grupo de liberación de enanos de jardín, o en cualquier otra de sus increíbles andanzas quijotescas, Simbad va a encontrarse de plano con todo tipo de penalidades. Esta criatura obesa que tiene como costumbre comer y beber sin mesura, inventarse aforismos estúpidos y ganarse amigos «frikis», en manos de Albero cobra una dimensión magistral.
Porque hay dos protagonistas en esta novela: Simbad y el narrador, este último un ente que juega a lo metaliterario, sostiene el peso del ritmo trepidante de las aventuras que surgen sin descanso y disemina reflexiones sobre la vida moderna. Así, Albero ironiza sobre absolutamente todo, ya sean los hábitos madrileños, ir de compras, las bodas o las pensiones. El humor, para todos los públicos, es sencillamente portentoso, y la carcajada es permanente con paradojas y chistes en cada línea.
La felicidad de leer a este cervantino y chestertoniano Albero continúa con el mayor de los placeres tras sus anteriores genialidades: Principiantes (2004) y Cruces (2007), dos libros nacidos en la argentina Mendoza –el primero bajo seudónimo– que luego aparecerían en editoriales comerciales.
En un panorama yermo de humor destaca sobremanera este escritor habituado a concebir sus relatos en los destinos europeos e hispanoamericanos a los que le han llevado sus tareas diplomáticas. Pero ya está de nuevo aquí: hace dos años publicó en Sevilla Enfermos del libro. Breviario personal de bibliopatías propias y ajenas, un estudio que se ríe de los coleccionistas y nos hace reír. Como las peripecias de Simbad; en verdad, como las nuestras al identificarnos con los sinsabores y absurdos de un día a día del que ya queda menos.
Publicado en La Razón, 5-V-2011