Ni el guionista actual más imaginativo podría pergeñar una historia como la de Eloísa y Abelardo, mil veces usada como modelo de amor cortés, de puro romanticismo, de lucha tenaz ante las dificultades. Adán y Eva, Romeo y Julieta, parejas emblemáticas de la religión y la poesía, comparten podio al lado de este dúo trágico y erudito sobre el que la investigadora francesa Régine Pernoud (1909-1998) publicó el presente trabajo en 1970.
Este tipo de libros tienen una importancia capital, pues devuelven el rigor histórico a asuntos que ya son más propios de lo legendario. Pedro Abelardo y Eloísa salen aquí en carne y hueso, pero también en alma y corazón. La autora se esforzó por presentar a sus biografiados mediante la objetividad de los documentos de la época y la subjetividad de interpretar sus sentimientos y sueños. De Abelardo insiste una y otra vez en que poseía «un espíritu prodigiosamente dotado» para las letras, la dialéctica y la elocuencia, hasta el punto de convertirse en el mejor discutidor filosófico del mundo, en «un maestro excepcional» en aquel siglo XII en el que ya se estaba formando la fisonomía de París.
Su fama en el terreno de la lógica es universal, pero no se queda atrás Eloísa, que es célebre en las escuelas y claustros tanto por su inteligencia superlativa como por su belleza. Abelardo también es atractivo, y en cuanto logra convertirse en profesor de la joven, Cupido hace el resto en aquel «encuentro único». Amor, físico e intelectual; un embarazo no deseado; rapto para eludir la vigilancia del severo tío de Eloísa; un matrimonio casi clandestino... Hoy lo llamaríamos culebrón; ayer, una historia pasional destinada al melodrama: a él, sus enemigos le amputan los genitales, y ella, que se resiste a que su idolatrado marido afronte una vida familiar estándar, pues la Obra va primero, entra en un convento. Sólo les quedarán las cartas, un pasado que rememorar y la constatación de que el amor lo puede todo.
Publicado en La Razón, 14-VII-2011