El día 4 de julio de 1910, se subieron al ring, en Reno, Nevada, dos hombres dispuestos a alcanzar la corona de mejor boxeador del mundo. Pero también ocupó el cuadrilátero toda una forma de entender la sociedad norteamericana, de aceptarla o vituperarla. Era la contienda entre un negro y un blanco –Jack Johnson, dicharachero y amante de dejarse ver con mujeres blancas, y James J. Jeffries, la “gran esperanza blanca”–, la pública exposición a todos los prejuicios racistas, la ocasión para que la Ley cobrara voz, pues las redes de la censura habían extendido su influencia hasta influir en la joven industria cinematográfica, a la que se le prohibía difundir este tipo de eventos.
En El combate del siglo coinciden las doce crónicas que Jack London envió al “New York Herald” sobre una pelea cuya expectación en los medios de comunicación fue inusitada, y “El combate de Johnson contra Jeffries y la censura de la supremacía negra”, del profesor de Derecho Barack Y. Orbach, publicado en el 2010 en un periódico universitario. La mirada literaria, aguda, sensible del autor de Colmillo Blanco se complementa, pues, con un estudio riguroso desde la historia, el derecho y la sociología que ilumina aquella época en la que las supuestas libertades de la democracia estadounidense convivieron con la ignominia del desprecio racial.
La idea de aunar ambos textos, con un siglo de diferencia, es magnífica. London, al que solo le quedaba algo más de un lustro de vida –muere en su rancho con cuarenta años, gravemente enfermo, por una sobredosis de morfina–, muestra en su “Jeffries-Johnson fight” todo su talento periodístico. Pero no fue el único corresponsal allí: “En ninguna guerra, en ningún lugar se ha congregado nunca tal número de escritores e ilustradores”, dice en la cuarta jornada. No era para menos: Jeffries, que se había retirado invicto del boxeo, volvía a ponerse los guantes presionado por la opinión pública ante la amenaza de que un negro lograra ser el mejor de los pesos pesados. El escritor californiano, que había publicado en 1909 el cuento “Un buen bistec”, donde un boxeador veterano –hambriento y endeudado– tenía que enfrentarse a una joven promesa para ganarse treinta libras, fue transmitiendo el día a día previo al combate con una excitación ascendente, realizando un formidable análisis pugilístico y psicológico de los contrincantes.
La “lucha verbal” de Johnson contra “un luchador silencioso” como Jeffries, la “genuina diversión del negro” frente a la “sangre fría” del blanco, el “despreocupado y alegre” Jack frente al “hombre de hierro, simple, callado, reposado” Jeff. Dos formas antagónicas de comportarse que dieron un gran juego a London a la hora de analizar cómo podría desarrollarse la pelea. “El boxeo ha acertado al bautizar este combate como ‘el combate del siglo’”, apunta London, que anima a todo el mundo a ir a Reno para poder decir en el futuro: yo estuve allí, pues “desde el punto de vista deportivo, nunca ha habido un encuentro tan increíble”. El equivalente más próximo se encontraría en el otro llamado “combate del siglo”, el que enfrentó en 1974, en Kinshasha, a George Foreman, que llevaba una racha de cuarenta victorias consecutivas, y Mohamed Alí, quien había sido campeón del mundo diez años atrás, aunque había sido desposeído del título por negarse a ir a la guerra de Vietnam.
Hay en todo esto algún paralelismo. Johnson también sufrió problemas con el Estado: en 1913 fue acusado de infringir la Ley Mann al llevar a una mujer más allá de la frontera del país con “intenciones inmorales”, pero la sentencia de un año de cárcel la evitaría yéndose a Europa a boxear. Como se pudo ver en el documental When we were kings (1996), Ali se comportó con la charlatanería y suficiencia que también empleara su colega en 1910. Norman Mailer acudió al Zaire para cubrir la noticia, y ello dio pie a uno de sus mejores textos. Y es que la relación del boxeo y la literatura siempre ha sido provechosa: A. C. Doyle, Shaw, Hemingway, Ring Lardner, Cortázar, Budd Schulberg, F. X. Toole… han escrito páginas memorables, sobre todo, acerca de la parte más sórdida de lo que rodea al boxeador.
Como sórdido fue aquel tiempo que vivieron Johnson y Jeffries, el primero descendientes de esclavos, mientras que el segundo se negó mucho tiempo a enfrentarse a un negro. Existía la denominada la color line o “barrera de color”, es decir, la segregación racial en los combates de boxeo, como indica Orbach. Este nos habla de cómo “el golpe que derribó a la gran esperanza blanca conmocionó a la nación, suscitó funestos disturbios raciales y provocó una de las olas de censura cinematográfica más inquietantes de la historia de América”. Se trataba de evitar que la ciudadanía viera a un negro dándole una paliza a un blanco. Legisladores, gobernadores y alcaldes intentaron omitir ese tipo de imágenes. Pero la historia las guarda aún, con London, además, habiéndolas transformado en palabras.