domingo, 2 de octubre de 2011

Teorías de la no existencia



Todo aquel que alcanza la más alta de las grandezas, es cuestionado tarde o temprano. La idolatría se mezcla con la desconfianza, y el análisis partidista o ideológico llega a borrar las pruebas o el sentido común. Y si hay falta de datos, tanto mejor para la imaginación. El hombre normal y corriente se difumina, y «Shakespeare enamorado» es el «verdadero» poeta, el que se guarda en nuestra memoria visual.

¿Que hay teorías que sostienen que el Bardo era homosexual? Su más reciente biógrafo, Peter Ackroyd, gay él mismo, no se le ocurre insinuar tal cosa, aunque lo define como un «hombre muy sexual», pese a no concretar por qué. Todas las suposiciones al respecto nacen de sus obras. Lo único cierto es que William se casó a los dieciocho años con una mujer ocho mayor que él, y que al poco se fue a buscar fortuna a Londres hacia 1586-87.

¿Que sus obras no fueron escritas por él? Las especulaciones más sonadas son las que atribuyen sus dramas a Francis Bacon o Christopher Marlowe, aunque esto ya no se sostiene. Ahora impera la opinión, entre los anti-stratfordianos, de que fue el poeta y mecenas Edward de Vere, decimoséptimo conde de Oxford, quien escribió algunas piezas (una idea que data de 1920). El caso es una mínima parte de estudiosos defienden esa esperpéntica teoría a partir de la escasez de datos y a la magnitud de una obra tan portentosa, pese a que existen documentos que confirman la publicación de varias obras teatrales y poemas del autor y actor «William Shakespeare». Ackroyd y otros han seguido los pasos del poeta en su pueblo natal, Stratford, y se conocen testimonios de vecinos y familiares que atestiguan quién fue Shakespeare sin duda.

¿Qué opinan sus mayores lectores sobre la autenticidad de sus obras? Para el crítico Harold Bloom, para quien la «bardolatría» o adoración por Shakespeare es una especie de «religión secular», plantearse algo así sería algo necio ninguna duda. Su genialidad partió de un gran pragmatismo: era un lector oportunista que se apresuró a tomar las fuentes necesarias para crear sus obras, por lo que se puede deducir que se trataba de una mente ágil, trabajadora, lúcida como pocas. Fue lo contrario de un excéntrico, un hombre discreto y modesto; las rarezas en torno a su vida y obra cabe encontrarla en las interpretaciones de aquellos ansiosos por quitar la máscara a quien nunca se puso una salvo tal vez encima de un escenario.

Publicado en La Razón, 2-X-2011