martes, 4 de octubre de 2011

Todos los libros bajo el brazo



En un mundo donde, con un clic, cualquier información aparece al instante y la inmediatez es guía de la cotidianidad, hay que repensar qué función tienen el libro y la lectura en nuestra presurosa ansiedad por obtener sabiduría y entretenimiento cuanto antes. Ya todo está al alcance, aquí y allá, cuando queramos, ya que bajo el hombro llevamos la historia de la literatura metida en un fino artilugio. Hoy, la efervescencia tecnológica. Mañana, la normalidad.

En un estudio sobre este cambio de hábitos culturales, El sexto sentido. La lectura en la era digital (2010), Germán Gullón habló de cómo internet y el móvil «modificaron también las nociones de espacio y de tiempo, de localización y de temporalización. Ya no entramos en vertical, avanzando desde el pasado al presente; irrumpimos en cualquier texto, en cualquier situación horizontalmente, y a través de los enlaces adquirimos la información deseada». En efecto, leemos una obra, y la yema del dedo nos lleva a un diccionario en línea; deseamos conocer lo último de un autor exótico o de un colega próximo, et voilà. (Pronóstico: la biblioteca será un museo de fósiles: ¿habrá que visitar las obras de uno como objetos anacrónicos?)

Pero tal inmediatez ya ni siquiera es nueva. Desde el año 2009, la editorial Paréntesis tomó ese rumbo en el que la tecnología es hermana del arte literario: sus títulos tienen formato e-book desde el primer día, algo significativo dado que en su catálogo se hallan tanto clásicos de la narrativa universal como libros de autores noveles o consolidados. Hoy más empresas se apuntan al carro, e incluso florece la impresión a demanda. El libro en papel, un invento perfecto, persistirá durante siglos, aunque en cantidades más abordables, y si desaparece, no pasa nada: nosotros no podremos leer la fatal noticia.

Publicado en La Razón, 4-X-2011