lunes, 27 de febrero de 2012

Setenta años del sucidio de Stefan Zweig

Para mi pesar, no encuentro las fotos que tomé de una exposición tan emocionante para mí que la recuerdo como en una nube de dichosa casualidad, de destino bondadoso. Todo fue beatitud aquel día con Germán Gullón en Amsterdam: los paseos por la ciudad, las atenciones de este amigo superlativo e intelectual insuperable, el acogedor frío holandés. Y la magna Biblioteca Openbare, junto al puerto, que aquel día ofrecía un verdadero tesoro de mi escritor predilecto: libros, objetos personales, instantáneas, escrituras y vivencias de Stefan Zweig. No encontrar las fotos de aquel rato hace más misterioso el recuerdo de lo que vi allí y que interpreté como un regalo de mi destino, que había sido tumultoso pero que aquel día me daba una tregua apacible y preciosa. Deseé en aquel momento que nos acompañara Mauricio Wiesenthal, con quien tantas veces había hablado de su adorado Zweig, del cual estos días se celebran los setenta años desde su suicidio. Leo en El País: «El manuscrito, redactado en alemán, fue publicado el miércoles en Internet por la Biblioteca Nacional de Israel. Zweig huyó a Brasil en 1936, tres años después de que los nazis hubiesen tomado el poder en Alemania y dos antes de que invadiesen su país natal. El escritor ingirió un veneno letal con su mujer, Lotte, en la ciudad de Petrópolis, a 66 kilómetros de Río de Janeiro». Ese manuscrito es una nota, que «encabezada con el portugués "declaraçao" (declaración) y luego desarrollada en alemán, Zweig explica que dice adiós a este mundo "de propia voluntad y con la mente clara" y agradece a Brasil su hospitalidad». ¿Pero no fue esa la nota de suicidio que vi aquel fabuloso día en Amsterdam?