lunes, 16 de abril de 2012

Beryl Markham: memorias aéreas de África




Este libro de título poético y publicado en 1942, «Al oeste con la noche», de la inglesa Beryl Markham, muy bien podría colocarse al lado del mítico «Memorias de África», de la baronesa Karen Blixen, o, mejor dicho, Isak Dinesen, pues así firmó el celebérrimo libro que tan exitosamente fue adaptado al cine por Sidney Pollack en 1985. Esa comparación ya la establece en el prólogo la escritora y corresponsal de guerra Martha Gellhorn, a la sazón tercera mujer de Hemingway y residente también en Kenia en los años treinta. «Ambos textos son cartas de amor a África, su África, y en virtud de ello se complementan», afirma después de destacar cómo «su descripción de los primeros vuelos de corto y medio alcance en el África oriental es memorable».

De hecho, Gellhorn copia todo un párrafo de Markham como ejemplo de la intensidad de las descripciones de lo que ocurre allá en lo alto del cielo: se trata de una nota que la aviadora escribe junto a una bolsa que lanza para que la recoja el barón Blixen, «el gran cazador blanco, que espera en tierra». Markham conoció estrechamente a los barones, y también a Denys Finch Hatton, el amante de Isak Dinesen que la película citada inmortalizó con el rostro de Robert Redford y con el que también estuvo relacionada sentimentalmente. Así, los libros en efecto se complementan porque dan una perspectiva amplia de esa parte del continente negro: la escritora danesa, a ras de tierra; la aventurera británica, una visión desde las nubes. Ello incluso en medio de la oscuridad; en este sentido, volar por la noche «resulta por momentos irreal (…). La tierra no es tu planeta más de lo que pueda serlo una estrella distante, si es que se aprecia el brillo de alguna: tu planeta es el avión y su único habitante».

«Al oeste con la noche» está lleno de momentos como el descrito, muy en especial a lo largo de las llanuras del Serengueti, donde la aviadora solía aterrizar mientras avistaba leones, los cuales ya empezaban a acostumbrarse a los safaris y las cámaras fotográficas apuntándoles. Para Markham, la rutina y el aburrimiento existían en su Inglaterra natal; pero en Kenia no encontró ni un instante de ociosidad; todo era deslumbramiento y sorpresa. Fue así desde que, con cuatro años, llegó con su familia al África oriental británica y se quedó con su padre mientras su madre regresaba a Londres con su otro hijo. Casada y divorciada tres veces (también tuvo un romance con Enrique de Gloucester, hijo de Jorge V, y Antoine Saint-Exupéry), vivió en EE UU en los cuarenta pero ya en los cincuenta se establecería en Nairobi, donde moriría en 1986.

El punto de inflexión fueron unas palabras de una carta de Hemingway, alabando «Al oeste con la noche», que leyó un editor en 1982, lo que relanzó la figura de Markham con la reedición del libro. Un libro que sufrió rumores de inautenticidad; se dijo que Markham no había sido su autora, sino que la escritura se debía a su tercer esposo, el periodista Raoul Schumacher. En todo caso, el volumen obtuvo un gran éxito y sacó de la pobreza a una Markham que estaba en plena decadencia. Póstumamente, aparecerían sus relatos bajo el título «The Splendid Outcast», cuando ya su leyenda era motivo de documentales y de incluso una miniserie que emitió la CBS en 1988 sobre su vida titulada «Una sombra en el sol».

Si Isak Dinesen empezaba sus memorias africanas con la frase «Yo tenía una granja en África, en las colinas de Ndong», Markham habla de la granja que compró su padre en Njoro: «La hizo de jungla y matorral, rocas, tierra fresca, sol y cálidos aguaceros. La hizo con trabajo y paciencia». Alrededor, tribus amigas con las que convivió desde niña, sus queridos caballos y la avioneta dispuesta para el próximo vuelo, y siempre con «la incertidumbre y la excitación de la primera aventura».


Publicado en La Razón, 16-IV-2012