martes, 10 de abril de 2012

Fitzgerald se rompe



El destino editorial de F. S. Fitzgerald ha decidido poner al alcance del lector casi todos sus títulos. Entre el año pasado y este ha aparecido un par de nuevas traducciones de «El gran Gatsby» (1925), más otra de «Al otro lado del paraíso», el debut narrativo del escritor, y, como gran novedad, la editorial Zut lanzó «Mi ciudad perdida. Ensayos autobiográficos», diecisiete artículos que Fitzgerald deseó ver agrupados pero que no vieron la luz en forma de libro. Algunos de ellos fueron incluidos por el crítico Edmund Wilson en el volumen también póstumo «El Crak-Up», como «Mi ciudad perdida», «Ring» (un homenaje conmovedor al escritor Ring Lardner) y el fabuloso «Ecos de la era del jazz».

Ahora se recupera la traducción de Mariano Antolín Rato, de 1983, de un tomo que integra los llamados «Cuadernos», notas que Wilson seleccionó de las libretas de Fitzgerald y en las que se encuentran anécdotas o apuntes para sus relatos. Un material que ya puso en entredicho Gore Vidal, pues en efecto tales líneas carecen muchas veces de interés. Algo que se compensa con la siguiente parte del libro, que consta de una serie de cartas que el escritor intercambió con algunos de los mejores escritores de la época, admiradores sin ambages de «El gran Gatsby»: T. S. Eliot, Gertrude Stein, Edith Wharton, John Dos Passos y Thomas Wolfe.

Hay además documentos tan peculiares como un poema de John Peale Bishop, que hace de colofón al libro, el cual se abría a su vez con otros versos de Wilson a modo de dedicatoria, y un artículo excelente de Glenway Wescott, que hace un panegírico realista de Fitzgerald. Pero lo más enternecedor es hallar una serie de cartas a su hija Frances. Con ella llegaba a compartir también asuntos de índole artística: «Me preguntas si en arte considero que es mejor crear una nueva forma o perfeccionarla», dice. Y se contesta: «Mejor es el inventor», pues, no en vano, él mismo inventó toda una época con jazz sonando de fondo.

Publicado en La Razón, 5-IV-2012