viernes, 8 de junio de 2012

El amigo judío de Saul Bellow


La forma en que se autodefinió Saul Bellow (1915-2005), en una carta de 1982, como «estadounidense, judío, novelista» podría ser la misma que la adoptada por su íntimo amigo Philip Roth; lo cual, atendiendo a sus respectivas obras, y siguiendo con Bellow, nos lleva a pensar que «un novelista que no es contemporáneo no puede ser nada en absoluto». Roth ha cumplido a rajatabla ese precepto. Su amigo le dijo una y otra vez que, ya instalado en Chicago, donde se conocieron y leyó algunos de sus cuentos, era «muy bueno». Se referiría a los textos que integrarían su primer libro, “Goodbye Columbus” (1959), donde se dan cita el humor, el judaísmo y la introspección psicológica.


Roth gozaría del éxito con “El mal de Portnoy” a finales de los años sesenta, historia en la que el obsesivo pensamiento sexual de su protagonista cobra una importancia absoluta mediante un monólogo a su psiquiatra, lo cual a su vez sólo hace que ofrecernos una mirada irónica al judaísmo por medio de las referencias a una madre represiva, que dará pie a todo tipo de arrepentimientos freudianos en torno al sexo. La novela reunía todos los elementos que a Bellow le interesaban. Toda una vida después, éste aún seguiría piropeando a Roth; cuando recibió en 1998 “Me casé con un comunista”, le escribió: «Es una delicia leer uno de tus manuscritos».


Dos almas afines que, por encima de todo, comparten la sensación de que la vocación de escribir es irrefrenable, como así lo refleja la ingente obra de Roth, en particular aquella en la que se desdobla en el judío Zuckermann. Por algo le dijo Bellow a Roth por carta, en 1969, que lo único que permanece es el «amor ingenuo y probablemente infantil por la literatura».


Publicado en La Razón, 7-VI-2012