Si las
estadísticas de la esperanza de vida no se equivocan en el destino de mi
cuerpo, estoy en el medio del camino.
Con más juventud a cuestas que a los veinte, con todos los fracasos soltados en
un lado, cada día más desnudo de pretensiones y expectativas, sigo adelante con
esta prórroga que ya dura cuatro décadas, pues no otra cosa es continuar
respirando al segundo día de nacer.