miércoles, 19 de septiembre de 2012

Entrevista a José Ángel Mañas


Ningún texto malo soporta 
el escrutinio universal del tiempo”

El novelista José Ángel Mañas (Madrid, 1971) publica un "Manual urgente para jóvenes y no tan jóvenes", sobre las obras cumbre de la literatura española. Su título puede resultar provocador, La literatura explicada a los asnos (editorial Ariel), pero en realidad el autor de Historias del Kronen pretende acercar a todos con sencillez y sin prejuicios la mejor literatura española de todos los tiempos.

PREGUNTA: A la hora de escribir este libro, tu primera incursión en el género del ensayo, dices tener muy presente una anécdota de Bertold Brecht sobre la imagen de un burro.
RESPUESTA: Efectivamente. Walter Benjamin, que era amigo suyo, contaba en alguna parte que Brecth tenía en su despacho, junto a su escritorio, un borrico de madera con un cartelito que decía “hasta yo debo de entenderlo”. De ahí el título, que lo que quiere decir es “la literatura explicada de tal manera que todo el mundo lo pueda entender”. A continuación, además, hay una cita introductoria de Juan Ramón [de Platero y yo] donde se sugiere que los asnos pudieran ser, más que los ignorantes, los señores que se dedican a escribir diccionarios, lo que le daría un nuevo matiz al título con el que estaría bastante de acuerdo. Si hay que solidarizarse con alguien, me solidarizo, por supuesto, con los asnos. Faltaría más.   
P: Llama la atención la estructura del libro, que deja espacio para la reflexión sobre la escritura para el cine y otros géneros “menores”, como las fábulas o incluso el cómic. ¿Hay una intención de dignificar estos géneros como literariamente tan importantes como los tradicionales?
R: La cita de Carlos Edmundo de Ory que encabeza ese capítulo es iluminadora: “Igual llueve sobre los Grandes Lagos que sobre los charcos”. Estoy absolutamente de acuerdo. Luego, a título personal, hay géneros menores que no me interesan demasiado, como el epistolar (que me produce gran repulsa), y otros que he querido reivindicar, como el aforístico, al que dedico un capítulo entero. Resulta indignante que hayamos tenido como compatriota al auténtico príncipe del género, Gracián, entronizado por inteligencias tan superlativas como Voltaire, Schopenhauer o Nietzsche, y que no le prestemos la más mínima atención.     
P: “Nunca me ha gustado esa adoración casi mística que se le tributa” al Quijote, se lee en el libro. ¿Podrías explicar esta postura y contrastarla con la importancia que le concedes al Lazarillo de Tormes?
R: A Cervantes no se le puede quitar nada como figura suprema de las letras universales. Eso es algo que ha sido consensuado por las mejores inteligencias literarias de los últimos siglos, tanto españolas (Unamuno, Ortega, Azorín), como foráneas (Flaubert, Faulkner, Kundera). Dicho esto, a la hora de escoger un libro nacional nos hemos decidido a escoger el libro más largo, más difícil y más excepcional, cuando a lo mejor podría haberse escogido un libro más breve, más sencillo y más característico. A mí siempre me ha parecido que Lazarillo cumple con estos requisitos. Es una novelita de apenas cien páginas, de una plasticidad literaria excepcional, y si fuera el libro nacional todos lo habríamos leído y todos nos lo conoceríamos al dedillo y hasta de memoria, como hacen los franceses con La Fontaine.
P: ¿Entonces crees que, en este sentido, conectaría más con la idiosincrasia española?
R: La sicología de este joven que va pasando de amo en amo y apañándoselas como buenamente puede para sobrevivir en el siglo XVI español me parece mucho más cercana al mundo contemporáneo, mucho más inteligible y me atrevo a decir que mucho más característicamente española que el idealismo incorregible de un señor de Quijana que ve gigantes allí donde hay molinos.  En mi opinión, Cervantes tendría que ocupar dentro de la literatura española una posición análoga a la que ocupa Dostoievski en la literatura rusa. A Dostievski nadie le quita lo que ha aportado a la literatura universal con mayúsculas. Y sin embargo, a la hora de escoger un escritor nacional, la mayoría de los rusos opta por pensar en Chéjov, Pushkin o Tolstói, tanto por carácter como por lo característico de sus obras.  
P: Le dedicas un apartado muy significativo a la posmodernidad, a la entrada del nuevo milenio. ¿Cómo se integra lo posmoderno en los cánones literarios?
R: En el libro argumento que el posmodernismo, como movimiento estético, es una forma de neorromanticismo. Algunos de los rasgos que uno asocia con la posmodernidad artística –el pastiche, la recuperación juguetona de estilos artísticos pasados, la hibridación de géneros, la difuminación de las fronteras entre la serie A y la serie B artística o la libertad artística absoluta– no son nada nuevo. El sincretismo y la recuperación de estilos antiguos era algo característicamente romántico (pienso en arquitectura, en la novela histórica).
P: ¿Romántico concretamente? ¿Puedes poner algún ejemplo para ilustrar este punto de vista?
R: No hay más que echarle un vistazo a Don Álvaro o la fuerza del sino para darse cuenta de que ya entonces gustaba lo de mezclar poesía y prosa, o ver lo mucho que les gustaba a Víctor Hugo irrumpir en mitad de la narración, rompiendo todas las premisas del género, para disertar en mitad de sus obras como si aquello fuera un ensayo personal, para ver que la hibridación también era del gusto romántico. Ya Rimbaud prefería los dibujos de los niños y de los locos, artísticamente, a los de los profesionales. ¿Y qué puede haber más romántico que la exaltación de la figura del artista? Me parece que hay muchos puntos de contacto muy interesantes y que prueban que, como dijo el Eclesiastés, nunca hay nada nuevo bajo el sol.
P: Esa frase bíblica aparece varias veces. Pero, en plena crisis, se presume un mundo editorial distinto, que tal vez traiga novedades estructurales. Tú mismo has publicado en formato digital una reunión de artículos de prensa, El legado de los Ramones, y Solo el silencio es grande. Aforismos estéticos (ambos en la editorial virtual Literaturas.com). 
R: Como explico en el libro, soy, me guste o no, un producto de una época posmoderna, pero estoy a la espera de ver por dónde evolucionan las cosas, porque no nos podemos quedar en esto. El mundo de la edición va hacia un futuro electrónico, está claro. Veremos cómo nos reajustamos todos.     
P: La literatura explicada a los asnos tiene cierto sentido pedagógico, se trata de un manual de historia muy personal donde mezclas información y opinión. ¿Tenías interés en ser provocador con el título, o con tu postura sobre el Quijote, o es una manera de atraer a un público para el que la literatura puede ser sinónimo de aburrimiento?
R: La provocación no es la voluntad del libro. He procurado no esconder mis ideas. Las hay que coinciden con lo que la mayoría piensa sobre ciertos clásicos, y las hay más polémicas (como lo de Cervantes), pero no he procurado hinchar las unas en detrimento de las otras, sino ser lo más sincero que he podido conmigo mismo. Habrá opiniones con las que el lector esté de acuerdo, y otras con las que no, como es lógico. Lo que he pretendido es procurar que el lector reaccione, hacerle pensar. Bajar a los clásicos de su pedestal para hacerlos más cercanos pero para que puedan llegar a comunicar con nosotros, eso sí, sin faltarles en ningún momento al respeto. Ningún texto malo soporta el escrutinio universal tanto tiempo.
P: ¿Me dices, por último, tu puñado de obras imprescindibles de la literatura española que más te interesan como lector o escritor? Un canon para atraer la atención urgente de los jóvenes y no tan jóvenes, como dice el subtítulo de tu obra.
R: Coplas a la muerte de su padre, La Celestina, Lazarillo, los aforismos de Gracián, Fortunata y Jacinta, La Regenta, las memorias de Baroja, Platero y yo, el teatro de Jardiel Poncela, los cuentos completos de Aldecoa, los artículos de Camba, los ensayos de D’Ors, los viajes de Cela, los diarios de Trapiello...
T. M.