La
isla caribeña de Trinidad, la India, Londres y Estocolmo son las estaciones por
las que ha pasado Vidiadhar
Surajprasad Naipaul (1932) y han hecho el autor que es. Estos escritos
autobiográficos reflejan ese itinerario que tuvo un punto de inflexión con el
premio Nobel 2001, y que había comenzado siete décadas atrás en un entorno que
tardó en comprender. De hecho, varios de estos ensayos inciden en la extrañeza
de ser indio en Trinidad, algo “insólito y exótico”, y si bien son páginas
bastante repetitivas, pues en varios lugares recalca que su afición por lo
literario procedió de su padre, periodista y cuentista, hay pasajes muy
interesantes alrededor de la India y de cómo afrontar la escritura.
Su país de ascendencia, que
visitó una vez –“Viaje que rompió mi vida en dos”– ya establecido en Inglaterra
tras recibir una beca para estudiar en Oxford, cambió sus prejuicios: “Era un
país sometido, y también el lugar de cuya gran pobreza tuvieron que escapar
nuestros abuelos a finales del siglo XIX”. Una tierra desolada que le hizo
replantearse el concepto de “hindú” o “los prototipos de ser colonia o indio”.
Frustrado académicamente, cuenta que empezó a escribir a los veintitrés años
con una premisa fundamental: “Intentaba continuamente relacionar la literatura
con la vida”, y que siempre se ha considerado, por encima de todo, un escritor
cómico.
Publicado en La Razón, 22-XI-2012