lunes, 5 de noviembre de 2012

Las divagaciones que escribí antes de emprender el viaje a un Caribe libresco de feria, pero no leí y que ahora releo, transcribo y dejo aquí como vagando en delirios



Lo poético, que está en todas partes, no es exhibible, no concierne al poeta. Desconfío de los poetas, de su entrega al mundo, de aquellos que ostentan su gusto por el lenguaje hasta imponerlo. Desconfío de todos nosotros, que liberamos palabras por todos conocidas, pero que creemos especiales tras haberlas combinado a nuestro antojo.

El poeta que tiene miedo del mundo y que se refugia en sus poemas es el verdadero poeta. El proceso es este miedo, este sufrimiento de las cosas circundantes. Lo que nos afecta lo interiorizamos e intentamos plasmarlo en palabras. Siempre fracasamos. El origen y el destino del verdadero poeta siempre es un gran fracaso. Un gran fracaso lleno de gloria.

Este fracaso está lleno de grandeza, porque la escritura verdadera tiene la fuerza de una revelación. La valentía de escribir poesía verdadera es la alegría del soldado japonés medieval que debía decir alto y claro su nombre, con una sonrisa en la boca, antes de que el enemigo lo decapitara.