Lo poético, que
está en todas partes, no es exhibible, no concierne al poeta. Desconfío de los
poetas, de su entrega al mundo, de aquellos que ostentan su gusto por el
lenguaje hasta imponerlo. Desconfío de todos nosotros, que liberamos palabras
por todos conocidas, pero que creemos especiales tras haberlas combinado a
nuestro antojo.
El poeta que
tiene miedo del mundo y que se refugia en sus poemas es el verdadero poeta. El
proceso es este miedo, este sufrimiento de las cosas circundantes. Lo que nos
afecta lo interiorizamos e intentamos plasmarlo en palabras. Siempre
fracasamos. El origen y el destino del verdadero poeta siempre es un gran
fracaso. Un gran fracaso lleno de gloria.
Este fracaso
está lleno de grandeza, porque la escritura verdadera tiene la fuerza de una
revelación. La valentía de escribir poesía verdadera es la alegría del soldado
japonés medieval que debía decir alto y claro su nombre, con una sonrisa en la
boca, antes de que el enemigo lo decapitara.