jueves, 6 de diciembre de 2012

Cuéntame un cuento


Érase una vez… y vivieron felices y comieron perdices. Principio y fin de nuestra vida desde que somos escuchadores de cuna hasta que leemos cuentos a los nietos. Entre esas dos frases hay siempre una historia mágica que no cesa de presentarse alrededor en forma de adaptación literaria o audiovisual –la última, la película torera de Pablo Berger–; también cientos de años de folclore y tradición oral hasta que un cuarteto de escritores a los que les debemos nuestro ADN infantil –Charles Perrault (siglo XVII), Jacob y Wilhelm Grimm y Hans Christian Andersen (siglo XIX)– pusieron por escrito y canonizaron a madrastras, princesas bellas, esbeltos príncipes, ogros crueles y brujas horripilantes.

Ahora la profesora María Tatar ofrece un trabajo superlativo en el que el lector encontrará todo lo concerniente a veintiséis famosos cuentos: una introducción explicativa de cada uno de ellos, el propio texto elegido de entre las mejores versiones existentes, notas al margen para indicar variantes o curiosidades y cientos de ilustraciones de grandes artistas, como Arthur Rackham, Gustave Doré o Maxfield Parrish, que en su día acompañaron las líneas de «Cenicienta», «Hansel y Gretel», «La bella durmiente», «Los tres cerditos»... Un volumen definitivo, en suma, pues además añade una frondosa bibliografía, la serie completa de ilustraciones de Walter Crane sobre «Los tres osos» (1873) y las de George Cruikshank de «El gato con botas» (1864), más una sección biográfica de todos los autores que se convocan. De entre ellos, aparte del cuarteto referido, hay que mencionar a J. M. Leprince de Beaumont («La Bella y la Bestia»), Joseph Jacobs («Jack y la mata de judías»), Alexander Afanasev («Basilia la Hermosa») y P. C. Asbornsen y Jorgen Moe («Al este del sol y al oeste de la Luna»).

«Seamos o no conscientes de ello, los cuentos de hadas modelan nuestros códigos de comportamiento y líneas de desarrollo, al igual que nos proporcionan términos con los que reflexionar sobre lo que ocurre en nuestro mundo», dice Tatar en el prólogo. Y no se puede estar más de acuerdo. En uno de sus ensayos, Chesterton cuenta cómo un día, hojeando novelas contemporáneas, se fijó en un libro cuya novedad siempre estaba latente: los cuentos de Grimm. Dichas novelas, todas ellas con títulos pseudomisteriosos y realistas, le parecían pura falsedad al lado de historias como «La abuela del dragón». Por fin algo comprensible y lógico, pensó el escritor, que en otro lugar dejó dicho: «La esencia del país de las hadas es ésta: se trata de un país cuyas leyes nos son desconocidas. Peculiaridad que comparte con el universo en que vivimos».

Habitamos dicho país de continuo. Prueba de ello es el inagotable número de novedades editoriales al respecto. Al trabajo erudito y precioso de Tatar se le han unido estas semanas dos joyas de la editorial Lunwerg: «El gran libro de los cuentos ilustrados» –diez historias con ilustraciones de todos los tiempos que configuran un tomo de impresionante belleza– y «Blancanieves y los siete enanitos», que celebra el 75º aniversario de la película de Walt Disney mostrando dibujos preliminares y todo el proceso artístico que conllevó lo que en su día fue un largometraje que supuso un antes y un después en el mundo de la animación.

Precisamente Disney monopolizó estos cuentos hasta el punto de adaptar malamente y con cursilería obras de gran delicadeza y hondura como «La sirenita», de Andersen. Éste no creó su obra sólo para los más pequeños; su sentido moralista y edificante se dirigía a todo el mundo, aunque para la denuncia de las hipocresías y abusos sociales el telón de fondo fuera fantástico y los protagonistas, niños con superpoderes o animales parlantes. Por eso, todos estos cuentos son, en realidad, para aquellos niños que se han convertido en adultos.

Publicado en La Razón, 6-XII-2012