viernes, 31 de mayo de 2013

Entrevista capotiana a Kiko Amat

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Kiko Amat.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Depende de la edad. En mis años mozos me iban las grandes urbes efervescentes con mucho rock’n’roll (Londres o Madrid), y por ello fui condenado a criarme en Sant Boi. A los cincuenta me irá bien exiliarme un pueblecito cualquiera del Empordà. Bueno, uno cualquiera no: uno de muy particular. Y hoy por hoy ya me va bien vivir en Barcelona, exactamente en la zona donde vivo y haciendo lo que hago.
¿Prefiere los animales a la gente?
En absoluto. Me la traen floja los animales (aunque nunca les haría daño conscientemente, ojo).
¿Es usted cruel?
Digamos que no soy un ser benigno, y que algunos de mis impulsos y pecados no son del todo inofensivos. Pero los reconozco y trato de combatirlos, eso que quede claro, cada vez que afloran a la superficie.
¿Tiene muchos amigos?
No. Un puñado de fieles, por antigüedad, sentido del humor y cicatrices comunes (algunas desde los diecisiete). Pero hay mucha otra gente que me gusta e inspira y con la que me agrada pasar el tiempo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, capacidad de reírse de uno mismo, no-pomposidad, sencillez, sentido del humor y entusiasmo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Más bien lo contrario. El que decepciono a la peña soy yo, y bien que lo lamento.
¿Es usted una persona sincera?
De adolescente fui un mentiroso compulsivo, y no sé si me curé del todo de esa particular dolencia. En mis disciplinas (escribiendo) trato de ser lo más honesto posible. En el día a día (y si no me fijo) soy capaz de soltar unas trolas auténticamente espectaculares, y por ninguna razón aparente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con mi mujer e hijos, siempre. En bodegas o barbacoas con mi familia y amigos. Leyendo en mi sofá, solo. Leyendo en una terraza. Viendo música pop en directo. Hace diez años también bailando, pero lo dejé (y lo echo de menos, en cierto modo).
¿Qué le da más miedo?
Que mis hijos sufran algún daño o sean infelices.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de estándares morales. La gente que se vende al mejor postor. La falta de vergüenza de nuestras “élites”. La publicidad, en general.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Lo que estaba destinado a hacer: desempeñar un empleo de mierda, y luego enriquecer mi alma y curar mis heridas espirituales a base de un montón de libros, discos y amigos. Lo que hace la mayoría de gente que conozco, en resumen.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Pasear, si es que eso cuenta como ejercicio. Pasear a paso rápido en dirección al Tibidabo.
¿Sabe cocinar?
Sí, bastante dignamente, pero solo cerdadas: estofados grasientísimos de rabo de buey, de sepia, caldos de Navidad, pollo al ajillo, roastbeef, trucha rellena al horno, conejo en tomate, menudillos en salsa, lengua a la mostaza...
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
John Fante, Alison Statton, Bill Withers, Wreckless Eric, Nelson Algren, Vic Godard, Kevin Rowland, Ray Davies... Tengo muchos héroes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Aunque suene a canción protesta de los 70’s: paz. Paz y amor, que sí, aunque suene hippie.
¿Y la más peligrosa?
Beneficios. Venta. Inversión. Y muy especialmente: Precio. Todas esas obscenas palabras económicas.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
A diario. Pero insisto: conozco a mi pasajero oscuro y sé cómo mantenerle a raya, que nadie tema. Además, soy un tirillas: no podría dañar ni a una mosca. Gracias a Dios que la providencia no me hizo mazas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Extrema izquierda atemperada con un montón de pereza y servida con bastante cachondeíto, chistes verdes/guarros y falta de solemnidad. Algo de socialdemocracia, versión norteuropea, en cuanto a servicios y asistencia médica, educación, etc. Una pizca de “matemos a todos esos hijos de puta”, si estoy viendo la televisión en el momento en que me hacen esta pregunta.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
“The man in the corner shop”. Bueno, si la shop fuese una tienda de discos o libros. Me encanta la vida de tendero, y en el pasado he sido muy feliz levantándome por la mañana y abriendo esa o aquella tienda.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La bebida, hasta cierto punto. Los aperitivos muy engordantes. El jamón. La compra de discos. El denostar y jurar con palabras terribles.
¿Y sus virtudes?
El entusiasmo. La lealtad. El optimismo a prueba de bombas. El buen humor. El sentido del humor. La capacidad de reírme de mí mismo. Y sobre todo: la capacidad de cambiar de idea, si alguien es capaz de convencerme con palabras sensatas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mis dos hijos. Cómo voy a echarles de menos, ahora que se me traga el proceloso mar. Ese tipo de cosas.

T. M.