sábado, 29 de junio de 2013

Amanecer, atardecer, anochecer…


Han pasado dieciocho años desde la primera película de la trilogía, pienso ayer después de asistir al estreno de Antes del anochecer, absolutamente maravillosa. ¿Aquel joven delgado, de negro y melancólico, que con veintidós años entró y salió de un cine de la Gran Vía, soy, era yo de verdad? El paso del tiempo –pues no es otro el tema de la filmografía de Richard Linklater– es un látigo que te da en la espalda y cuya herida no puedes ver; solo sientes el escozor de la sangre detrás, que no te deja adormecer, apaciguar la memoria, hasta convertirla en un grato ensueño redentor.