En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Déborah Puig-Pey.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir
jamás de él, ¿cuál elegiría?
El lugar
que no he sabido encontrar, el que me correspondiera. Uno imaginario ¿eh?, sin
consecuencias irreversibles.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, en
principio no. Tal vez para comer, si me apuran.
¿Es usted cruel?
La
crueldad es un misterio, jamás la he entendido. Para mí su existencia en el
mundo es: o bien motivo de depresión mayor, y escepticismo absoluto respecto al
ser humano, o bien objeto primordial de investigación de las ciencias humanas,
algo parecido a lo que sería buscar al diablo para un exorcista. Hasta ahora
sólo he visto verdadero interés en tal búsqueda en Freud y en Sade.
¿Tiene muchos amigos?
Depende de
lo que quiera decir “muchos”, pero creo que en amistad he tenido el privilegio
de gozar calidad y cantidad. Sin la intervención de mis amigos estaría muerta.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna,
nada.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Nunca
me ha decepcionado un amigo.
¿Es usted una persona sincera?
En
general, sí. No puedo evitar la transmisión de mis autoengaños, en ese sentido,
si dijera toda la verdad sería una especie de Dios.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me
gustaría encontrar alguna actividad que realmente me concediera tiempo libre de
tiempo.
¿Qué le da más miedo?
No hacerme
comprender, sentirme abandonada o incomunicada.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
La
crueldad, como he dado a entender antes, me deprime, pero me enerva que lleve
en sí un discurso: es la base de la injusticia social. Entiendo por crueldad el
ejercicio junto a la gustosa connivencia con una prolongación innecesaria del
sufrimiento.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Bailar.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Bailar, o
cansarme.
¿Sabe cocinar?
Un poco,
mis antepasadas eran grandes cocineras, no les llego a la suela de la
zapatilla.
Si el Reader’s
Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje
inolvidable», ¿a quién elegiría?
A alguno
de los muchos olvidados.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Quizá la
palabra “palabra”, pero no estoy segura de que la esperanza haya tenido siempre
el mismo sentido.
¿Y la más peligrosa?
“Necesito”.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Supongo
que sí, la imaginación sirve también para ese tipo de delitos hipotéticos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me
importan los desfavorecidos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Hada.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Fumar,
fumar y fumar.
¿Y sus virtudes?
Mi nivel
de tolerancia de los vicios ajenos es muy alto.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¿Toda mi
vida muy rápidamente? ¿Peces?
T. M.